El 11 de marzo estrenará su segundo gobierno al frente del Palacio de la Moneda con un ajuste de cuentas que encontró eco en la segunda vuelta electoral del pasado 15 de diciembre y que drenó un saldo en contra de Evelyn Matthei, quien reemplazó a Pablo Longueira como candidata presidencial de la rama más conservadora de la política chilena. Unos comicios en donde casi casi el 38% de los votos de “Alianza por Chile” no pudieron contrarrestar al 62% que alcanzó la coalición de centroizquierda “Nueva Mayoría”; la proporción más alta que haya conseguido un candidato presidencial tras la vuelta a la democracia en 1989.
A prueba de elegir entre dos candidatas que defendieron proyectos diametralmente opuestos, la sociedad chilena no pasó por alto el pasado común que las une frente a la dictadura militar de Augusto Pinochet, aunque distanciadas en lados contrarios de la historia. Precisamente esta cita electoral de 2013 destazó a los actores remanentes del pasado golpista al encontrar en Matthei un símbolo vivo de los diecisiete años de férrea dictadura. Mensaje que resonó en una campaña electoral envuelta en dos fechas emblemáticas: el 40º aniversario del golpe de Estado y los 25 años del famoso plebiscito del “No” en 1988.
Fuente: elimparcialnews.com
Los sinsabores de la campaña surgieron con el 58% del abstencionismo alcanzado en la segunda vuelta electoral, reflejo de la desafección de la ciudadanía con el actual sistema político y la falta de sintonía entre gobernantes y gobernados. El descrédito de la política se cobijó con las demandas insatisfechas del movimiento estudiantil, la asignatura pendiente de elevar la carga fiscal y desfundar la esencia represiva y autoritaria de Chile mediante la promulgación de una nueva constitución. Este último será el gran reto que topará a Bachelet con los poderes fácticos para materializar su agenda de reformas.
El Chile del siglo XXI está en juego. Las heridas abiertas de la sociedad y la falta de una reconciliación se encaran con la necesidad de refundar un proyecto nacional, el cual sigue soportado por los hilos de la dictadura pinochetista y requiere suplantar la constitución -redactada a puerta cerrada por los militares- para convocar a una Asamblea Constituyente, la cual revisaría el modelo altamente excluyente que ha favorecido al Chile de sólo unos cuantos. Toda una serie de disparidades ponen en jaque al supuestamente “país estrella” de América Latina, el cual sigue drenando cuentas alegres en materia macroeconómica, pero continúa siendo caldo de cultivo para la frustración, malestar e injusticia social.
¿Podrá Michelle Bachelet transformar el trazo institucional heredado por la dictadura? Además de la constitución se suma otro pendiente: el sistema electoral binomial -presumible como único en el mundo- que ha favorecido tradicionalmente a los partidos de derecha, asegurándoles siempre el número de diputados necesarios para gobernar. Aún cuando en septiembre del 2013 el Senado aprobó una reforma que promueve su modificación, el nerviosismo de la élite política palpita alrededor de una posible pérdida del poder.
Fuente: laradiodelsur.com
Los aprietos que enfrentará Bachelet la obligan a tejer fino en el juego de la política. De entrada será necesario mantener su coalición de gobierno unida, la cual le permitirá negociar con la derecha conservadora a la hora de las reformas, pues en los comicios pasados no logró conseguir los dos tercios necesarios del Congreso para refundar la carta magna. Aunado a ello y antes de recibir la banda presidencial, la exmandataria recibió una cascada de inconformidades ante la designación de algunos miembros de su gabinete; entre ellos los reproches del Partido Comunista, miembro de su alianza gubernamental que sólo se vio favorecido con un nombramiento, y el rechazo del movimiento estudiantil que provocó la renuncia de Claudia Peirano, designada como subsecretaria de Educación.
Fuente: http://duna.cl
Habrá que esperar la verdadera apuesta de Michelle Bachelet en Chile. Ardua será la tarea de favorecer una renovada transformación que trastoque los intereses políticos y económicos del establishment y que contrarreste las reformas cosméticas que reproducen el status quo. ¿Será fiel al mensaje de los estudiantes, quienes son los artífices de las protestas sociales más importantes desde el fin de la dictadura y que han desnudado las fallas estructurales del sistema?