México está lejos de los juegos geopolíticos que se están entretejiendo entre EE.UU. Rusia, Asia-Central y Asia-Pacífico. Sin embargo, los internacionalistas no podemos darnos el lujo de esquivar lo que está sucediendo en otras latitudes, realidades que nos alumbran las pistas del presente y las claves del futuro. La Cumbre del Mar Caspio en Rusia a celebrarse el 29 de septiembre no es la excepción. Un evento que cobra importancia fundamental desde que se materializó la desintegración de la ex Unión Soviética y se creó una situación geopolítica inusitada cuando Azerbaiyán, Kazajstán y Turkmenistán consiguieron su independencia, tres países con litorales en el Mar Caspio.
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Los cinco países colindantes con el Mar Caspio –Rusia, tres repúblicas exsoviéticas más Irán- luchan por maximizar los beneficios que les dota la geografía, especialmente por la riqueza y potencial energético que envuelve a esta codiciada región y que pudiera traducirse en bonanza económica y credenciales de dominio e influencia. Precisamente, en tiempos de supremacía soviética, Rusia era el “hegemón” y el poder que controlaba las transacciones y las tentaciones del Mar Caspio, una realidad que ha sido rebasada por la historia y que hoy encarna una competencia desgarradora por la captación de inversiones extranjeras y por el interés de las potencias occidentales de apuntarse en el reparto.
La ausencia de una convención multilateral del Mar Caspio ha provocado un conflicto de intereses que se destazan por la existencia de inmensos recursos naturales y energéticos. Lo que había sido considerado un “mar común” entre iraníes y soviéticos hoy debe de repartirse entre otros jugadores. Los divisores comienzan desde la pregunta más básica ¿se trata de un mar o de un lago? Para los analistas que lo consideran lago, éste escapa al ámbito del derecho internacional del mar mientras que otros sostienen que su propiedad jurídica debe ser delimitada por la misma Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Y es que los tratados firmados entre la URSS e Irán entre 1921 y 1940 no delimitaron la frontera ni hacen alusión a la explotación del gas y petróleo.
Posiciones divergentes, crisis entre estados ribereños y reclamos constantes han propiciado una ola de tensiones entre los actores políticos que colindan en el Mar Caspio. Al parecer Rusia, Azerbaiyán y Kazajstán concuerdan en aspectos relativos a la división de los derechos del fondo del mar y la riqueza mineral pero Turkmenistán discrepa al igual que Irán, el país que busca dividir el mar en partes iguales, proporcionando a cada país el 20% del subsuelo y de la superficie. Frente a tantas discusiones también prevalece la necesidad de definir la línea media para demarcar sectores nacionales y el método que se debe utilizar. Los conflictos bilaterales entre Azerbaiyán y Turkmenistán y entre Irán y Azerbaiyán son tan sólo dos puntales del juego de inseguridades que se transan en el Mar Caspio.
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Esperemos que la Cumbre del Mar Caspio en Rusia pueda avanzar en la clarificación del estatus legal ribereño y tenga efectos vinculantes. La incertidumbre se agrava si consideramos que hay campos petroleros en disputa, inversiones extranjeras suspendidas y preocupaciones medioambientales que crecen. Y es que no debemos de olvidar que el Mar Caspio se configura en la reserva mundial más grande del pez esturión, precisamente de donde se obtiene el caviar. En ese sentido, las “voces verdes” advierten que la falta de un marco jurídico que ponga orden a la explotación del petróleo y gas incrementa potencialmente los riesgos ambientales.
LA MILITARIZACIÓN EN EL MAR CASPIO
Vladimir Putin será el anfitrión principal de la IV Cumbre del Mar Caspio. Temas como el estatuto del Mar, cuestiones de seguridad y la utilización de recursos serán los asuntos de interés a tocar por estos cinco países ribereños que bajo su narrativa discursiva presumen su compromiso con la paz, estabilidad y el rechazo a la carrera armamentista. Sin embargo, la realidad marca otra cosa. Rusia tiene la consigna de reforzar su poderío militar y acrecentar su presupuesto anual, la divisa que utiliza el “hombre fuerte” de Rusia para disuadir a sus vecinos del Caspio a aceptar sus condicionantes.
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Hay varios desafíos que en materia de seguridad le quitan el sueño a los países ribereños del Caspio. El terrorismo, los corredores de las drogas y la ola armamentista que se acompañan de la falta de un acuerdo político para delimitar sus fronteras marítimas y recursos petroleros. Asimismo, la política de “puertas abiertas” de la OTAN y sus ansias expansionistas hacia Europa del Este han puesto en alerta el cinturón de seguridad de Moscú, justamente la clave para entender la crisis política en Ucrania y la anexión de Crimea por parte de Rusia. Al mismo Vladimir Putin y al Líder Supremo de la República Islámica de Irán, Alí Jamenei les incomoda la asistencia que EE.UU. le otorga a Azerbaiyán.
Bajo las tensiones crecientes de Rusia con los espacios post-soviéticos la relación con Irán se tolera bajo los signos de las conveniencias. La agenda Irán-Rusia comparte en muchos aspectos intereses geopolíticos comunes como el apoyo al régimen de Bashar al Assad en Siria. Por otro lado, la cooperación nuclear de Rusia con Irán y la construcción de plantas energéticas y suministro de misiles y armamento a Teherán son parte de los ingredientes esenciales de las relaciones bilaterales. Sin embargo, Rusia rivaliza en algunos posicionamientos con Irán, el caso de las diferentes percepciones que prevalecen en torno al estatuto jurídico del Caspio, que llevó a Moscú a concertar la división de los recursos de fondos marinos con Kazajstán y Azerbaiyán.
Rusia e Irán son dos países que convergen en la aspiración hegemónica de revivir su grandeza y poder que alguna vez derivó del imperio ruso y persa y es por ello que enfilan todas sus maquinarias políticas para alcanzar posicionamientos históricos en la agenda regional como internacional. Por otro lado, la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) integrada por Rusia, Kazajstán, China y otras repúblicas exsoviéticas enfocada a la seguridad regional han aceptado la participación de Irán como país observador y quizá en un futuro como miembro de pleno derecho.
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No quitemos el dedo sobre el renglón que la Organización de Cooperación de Shaghai pudiera contrarrestar el dominio de la OTAN y del mundo occidental. La unión de China, Rusia e Irán – y en su caso India- pudieran ser un pilar del llamado nuevo orden internacional que se confrontaría con EE.UU. y la Unión Europea. ¿Estaríamos acercándonos a una nueva era bipolar, dos ejes hegemónicos conformados por una serie de nodos estratégicos? Ojo con los nuevos regionalismos y reacomodos en el escenario global.