Regresa el teatro de la guerra en Medio Oriente con la instauración del califato islámico en Irak y Siria (ISIS). El retorno de la Yihad bajo una formula más radical, sanguinaria y temible ha obligado a EE.UU. a entrar a una guerra incierta después de tantos años de intervención en Afganistán e Irak. El ascenso innegable de ISIS (ahora Estado Islámico) amenaza con alterar el equilibrio de poderes en el mundo árabe y el statu-quo para los intereses occidentales, pues su consigna es clara: desconocer las fronteras coloniales trazadas desde el fin de la Primera Guerra Mundial y reescribir la historia aprovechando los colapsos de los estados-nación y la posible balcanización de Siria, Irak y Libia.
Fuente: mundoasombroso.com
Dentro de la estrategia estadounidense para combatir al Estado Islámico se despliega una coalición internacional antiterrorista. La visita frenética de John Kerry a Egipto, Jordania, Arabia Saudita y Turquía -hace varias semanas- junto con el coqueteo de los países miembros del Consejo de Cooperación del Golfo aunado al apoyo de Canadá, Australia, Francia, Reino Unido, entre otros, lograron levantar una coalición para enfrentar a la nueva generación de fundamentalistas más extremistas, quienes se deslindan de Al Qaeda bajo una interpretación más ortodoxa del Islam al tiempo que se valen de cometer crímenes de guerra evocando la barbarie y las épocas más oscurantistas. Aún cuando Obama hace todo lo posible para no mostrarse sólo frente al Estado Islámico, la alianza conformada por 62 países según el Departamento de Estado presume ser simbólica, pues la verdadera responsabilidad recae en pocas naciones.
Cada país despliega un rol particular bajo la coalición anti-terrorista. Sin embargo, la estrategia se encamina a realizar una ofensiva aérea en contra de los yihadistas en Siria e Irak, fortalecer el gobierno iraquí y entrenar a los rebeldes sirios para degradar las posiciones alcanzadas por el Estado Islámico, los yihadistas que tomaron Mosul- la segunda ciudad más grande de Iraq- y que amenazaron con arrebatar Bagdad y acercarse a otros nodos productores de petróleo como Erbil, la capital del Kurdistán iraquí. EE.UU. busca empoderar a las fuerzas locales –el rearme kurdo- para enfrentar a los grupos yihadistas más radicales aprovechando su alianza con Washington. Seguramente el favor que cobrarán los líderes del Kurdistan iraquí con mayores dádivas para acercarse lo más posible a una independencia.
El Estado Islámico es el monstruo que todos ayudaron a crear. EE.UU. con sus guerras fallidas en Irak y Afganistán junto con su aliado principal: Arabia Saudita, el financista clave de las fundaciones religiosas que buscan promover el wahabismo, la corriente religiosa más radical del islam sunita. Frente al panorama actual Arabia Saudita parece echarse para atrás porque se presume corren campañas yihadistas en contra de la familia real saudita. Qatar, Jordania y otras monarquías también se les vincula con apoyar el surgimiento del Estado Islámico, países que ahora se incluyen en la coalición global antiterrorista. Por su parte, Turquía no se salva de la falta que le achaca el mundo occidental, haber tolerado en su frontera porosa el paso de combatientes y armas hacia Siria.
Fuente: verdadahora.cl
A Barack Obama los sucesos en el Medio Oriente lo alcanzan, por más que el Premio Nobel de Paz haya tratado de revertir los unilateralismos de la política exterior de Washington y priorizar el poder suave de la todavía superpotencia es que la realidad geopolítica lo cercó. EE.UU. está de regreso en Irak aunque sea solamente con ataques aéreos. ¿No hubiera sido mejor armar de manera preventiva a los rebeldes sirios y permanecer un poco más de tiempo en Irak? Esta es la pregunta que todos se hacen en medio de los desatinos que los republicanos le recuerdan a Barack Obama en materia de política exterior y bajo la hora de las elecciones intermedias que se celebrarán en tres semanas.
¿Acaso los servicios de inteligencia de la Unión Americana no anticiparon el escenario del yihadismo más extremista? ¿Se precipitó Obama para cumplir con una promesa de campaña? Cerrar el error mayúsculo que cometieron los republicanos con la guerra de Irak hizo que los demócratas cometieran otro error: la salida temprana de Irak. Y es que Irak no se puede entender sin el juego de la “etno-política”, la guerra interna entre tribus, grupos locales y células religiosas que hacen de la gobernanza una divisa escasa y de la anarquía y violencia descentralizada la ecuación ganadora.
Más aún, ¿Qué estrategia diseñarán los estadounidenses en Afganistán?¿Se atreverán a retirarse? ¿El riesgo del Estado Islámico en Irak es el riesgo de los talibanes en Afganistán? No hay que olvidar que la apuesta es que los estadounidenses y afganos firmen un acuerdo de seguridad en Kabul a fines del 2014, pero todo esto sucede en aguas turbias cuando los dos candidatos presidenciales ganadores, Abdullah Abdullah, en primera vuelta electoral y Ashraf Ghani en segunda ronda electoral se pelean despiadadamente por la silla presidencial.
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El frente de Irak no es suficiente para derrocar al Estado Islámico. La excélula de Al Qaeda aprovecha el colapso de Siria, el país que desde hace tres años sufre de una devastadora guerra civil. Sin embargo, la ecuación política y militar se torna mucho más compleja en Siria. Si bien la coalición internacional anti-terrorista puede echar mano de la milicia kurda y del ejército en Irak, en Siria, Washington se queda sin actores amigos o aliados en tierra, esto sucede así porque el mundo occidental hace todo lo posible para derrocar a Bashar al Asad y porque Al Nusra, la filial de Al Qaeda en Siria se destaza al calor del Estado Islámico, los dos enemigos de EE.UU.
Siria es teatro de las enormes contradicciones que se transan entre fuerzas y actores políticos. Bashar al Asad y Barack Obama están peleando del mismo lado para derrocar al Estado Islámico, sin embargo no puede tejerse una alianza entre Washington y Damasco porque ello significaría el reconocimiento de facto del régimen asadista. De esta manera ambos combaten en contra de los fervientes yihadistas y de Al Nusra, el nodo de Al Qaeda en Siria, quienes se pelean la hegemonía en Damasco.
Fuente: laprensa.com.ni
Siguiendo con los desventuras del conflicto, no olvidemos que EE.UU. e Irán también coinciden en desinflar al Estado Islámico y a los sunitas extremistas, pero ello no significa que Teherán –la mayor nación chiita del mundo- esté dispuesta a tolerar la coalición antiterrorista en suelo sirio. Por su parte, Vladimir Putin, el hombre fuerte de Rusia que apoya al régimen de Bashar al Asad también pudiera tener interés de degradar al Estado Islámico, no obstante Moscú y Washington han degradado sus relaciones bilaterales a un nivel preocupante, la desconfianza que priva alrededor de la coalición liderada por EE.UU.