LA NUEVA PIEL DEL DRAGÓN
Dos días después de celebrarse elecciones en EE.UU., el mundo viró su mirada hacia la sucesión política en China con la llegada de la quinta generación de líderes; tras el paso de Mao, Deng Xiaoping, Jaing Zemin y Hu Jintao. La celebración del XVIII Congreso Nacional del Partido Comunista, el cual inició el pasado 8 de noviembre, se considera la punta de lanza que permitirá materializar cambios sustantivos en la cúpula del poder. Una estela de nombramientos, reemplazos y jubilaciones está teniendo cabida junto con una serie de maniobras políticas, en aras de sellar la nueva dirección del partido para los próximos diez años. Todo esto mediante la designación del Politburó y de su todopoderosa Comisión Permanente, el círculo más íntimo del poder que hasta ahora no se sabe si quedará integrada por siete o nueve miembros.

Se espera que el relevo chino esté conformado por el actual vicepresidente Xi Jinping, quien reemplazará al presidente Hu Jintao, y Li Keqiang, como sucesor del actual Primer Ministro Wen Jiabao. Este cambio de jefatura que se cristalizará hasta marzo del 2013, prendió un escenario de alto voltaje para la élite política china, quien durante este año, tuvo que tomar decisiones centrales para definir la sucesión de fuerzas que enfrentará los retos que vienen en materia política, económica, social, demográfica y de sus relaciones con el exterior. Una lucha intestina para enfrentar el delicado y sensible tema de la reforma política, la cual busca ceder espacios en materia de transparencia y régimen de libertades y que se topa con liderazgos más conservadores y regresivos que bajo el manto neo-maoísta, privilegian el monopolio del partido comunista y el control vertical del poder.
En últimas fechas, el espectro político chino se vio convulsionado por la salida de Bo Xilai, uno de los íconos más ortodoxos del partido comunista y de línea conservadora; el cual, junto con su esposa Gu Kilai, protagonizó uno de los mayores escándalos políticos en la historia reciente del país asiático. La mujer, conocida como la Jackie Kennedy china, se le acusó de haber envenenado a un empresario británico, en medio de una red de corrupción dentro del propio sistema burocrático chino. Dentro de esta trama, la opinión pública fue sorprendida con la desaparición y reaparición de Xi Jinping, el vicepresidente chino que está llamado a remplazar a Hu Jintao y que su ausencia levantó una serie de dudas y suspicacias que no encontraron respuestas bajo el hermetismo y secretismo del régimen chino; un golpe más a la supuesta imagen de cohesión y unidad que el partido comunista se ha empeñado en propagar.

No habrá que perder de vista que la celebración de este Congreso se estrena bajo el lucimiento de China como la segunda economía del mundo y su nuevo estatus como poder hegemónico ascendente. La misma OCDE ha declarado que China, en menos de cuatro años, se convertirá en la economía más grande del mundo, arrebatándole el lugar a EE.UU. Sin embargo, será la quinta generación de líderes aquella que deberá enfrentar el crecimiento cada vez más anémico y pausado de los estadounidenses y europeos, lo cual tendrá consecuencias directas a su economía, la mayor ralentización y enfriamiento que podría vulnerar su divisa más codiciada: la estabilidad política y social.
Este milagro chino que se practica a través del socialismo de mercado, y que le ha dado un respiro enérgico a la economía mundial, no se salva de los numerosos riesgos y peligros que lo acechan. Corrupción, negocios de estado, cultura de nepotismo, millonarios y billonarios (que ya se apuntan en la lista Forbes), chocan con los principios de la cultura socialista y del pacto histórico convenido y proclamado desde generaciones atrás.
Una élite política que tendrá que resolver el crecimiento disparejo y desigual que está fallando en su tarea de repartir la riqueza de manera más equitativa, cerrar los alarmantes desequilibrios entre regiones y campo-ciudad, reducir la pobreza y enfrentar el problema capital del envejecimiento de su población. Esto último, una problemática compleja de resolver, sobre todo vinculada a la política controvertida del “hijo único”, la cual nos obliga a preguntarnos si China podrá dar ese salto definitivo para inscribirse en la lista de las economías desarrolladas cuando está amenazada por la escasez de mano de obra.