Crisis en la península coreana.


La escalada de tensiones entre Corea del Norte con EE.UU. y Corea del Sur han generado temor y desvelo de la comunidad internacional. Se han olvidado los tiempos de la histórica Cumbre de Pyongyang en el año 2000, cuando se efectuó el primer encuentro entre el líder norcoreano Kim Jong-Il y Kim Dae-Jung, éste úlitmo acreedor del Premio Nobel de Paz y gran activista de la política de reconciliación entre ambos países. Siete años más tarde, tuvo lugar el segundo diálogo intercoreano, un esfuerzo infructuoso que no logró acabar con el muro de desconfianza que desde mediados del siglo XX, los llevó a erigir dos sistemas políticos e ideológicos antagónicos.

Estos breves períodos de acercamientos entre Seúl y Pyongyang estuvieron ensombrecidos por la decisión de Corea del Norte de abandonar el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares en 2003 (TNP) y el enfriamiento de sus relaciones se materializó en gran medida por la determinante norcoreana de lanzar su programa nuclear. A las pruebas nucleares del 2006 y 2009 se le sumaron la última realizada en febrero del 2013, ensayos que se conjuntaron con el retiro de Corea del Norte de las conversaciones a “Seis Bandas”, entre las dos Coreas, China, Estados Unidos, Rusia y Japón, abiertas en 2003 y estancadas desde diciembre del 2008.

Esta semana se suscitaron tensiones entre BBC y The London School of Economics, al salir a la luz que los reporteros de la televisora se camuflaron como estudiantes de la institución educativa para realizar un documental en Corea del Norte.

Fuente: The Telegraph

La política exterior desafiante de Corea del Norte encuentra eco en una política nuclear mundial altamente asimétrica y dispar que se envuelve bajo el desequilibrio que mantiene el Tratado de no Proliferación de 1968 entre países nuclearizados y no nuclearizados. Este tratado abriga una debilidad estructural al no poder impedir que países como India, Paquistán, Israel y Corea del Norte sigan adelante con sus programas nucleares que no necesariamente son de carácter pacífico, países que han rechazado su firma o en su caso abandonado el acuerdo porque buscan saciarse de los mismos privilegios que se reservan un puñado de países occidentales, los cinco miembros permanentes del Consejo de Segruidad de la ONU. En ese sentido, Corea del Norte encuentra en el poder nuclear una manera de enseñar sus “dientes” y toda su “musculatura” para obtener el respeto de sus enemigos, justamente en una de las zonas más militarizadas del mundo.

De esta manera, se han desatado una torrente de amenazas en el último mes, el tercer ensayo nuclear de Corea del Norte y el endurecimiento de las sanciones del Consejo de Seguridad tuvieron como contrarespuesta por parte de Pyongyang la nulidad del armisticio de 1953, el corte de las líneas telefónicas de carácter militar con Seúl, la amenaza de reiniciar operaciones en el complejo nuclear de Yongbyon y un nuevo paso al negar el acceso a trabajadores surcoreanos al complejo industrial de Kaesgon, el único espacio que ha sido símbolo de cooperación entre ambas Coreas. Todo un paquete de nuevas agresiones que se estrena bajo la presidencia de la primer mujer en Corea del Sur, Park Geun-hye, la hija del dictador, quien resultó electa en diciembre del 2013 y a la que mejor se le conoce como la Margaret Thatcher de Corea del Sur.

Frente a esta carrera de amenzas y agresiones mutuas ¿Se rebasará la guerra verbal y psicológica, una práctica acostumbrada entre ambos países? ¿Está vez las provocaciones y gestos desafiantes podrán derribar los límites de la disuasión? Quizás respuestas que están conectadas con la verdadera capacidad nuclear del régimen comunista, un terreno pantanoso porque no sabemos a ciencia cierta qué tan desarrollado está su programa nuclear. Los expertos presumen que Corea del Norte no es una potencia nuclear, ni cuenta con la bomba atómica y que por el contrario posee un arsenal viejo, obsoleto y con muchos retrasos tecnológicos, una capacidad combativa en franca desventaja con EE.UU. que no le permitiría echar la primera piedra: un acto suicida.

LA ESPIRAL ARMAMENTISTA EN EL NORTE DE ASIA

La autoafirmación de Corea del Norte como un “Estado Nuclear de Pleno Derecho” obedece al armisticio de 1953, que no fue sustituido por un Tratado de Paz, sino que avaló un estado técnico de guerra y que permite a EE.UU. contar con tropas y bases militares en Corea del Sur. Pyongyang cercada por rivales y enemigos mira la capacidad nuclear como una arma de supervivencia, una nación que ha sufrido de un aislamiento crónico, sanciones comerciales y sobre todo de una dinastía que no ha tenido empacho de mantener a uno de los ejércitos más grandes del mundo, con un gasto anual militarizado que somete a su población a enormes sacrificios como la pobreza, hambruna y crisis alimentaria.

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Fuente: CNN

La escalada nuclear de Corea del Norte obedece a una serie de condicionantes geopolíticos. En últimas fechas el incremento de los ejercicios militares conjuntos entre Seúl y Washington y un despliegue de fuerzas de mayor sofisticación levantaron la preocupación de los norcoreanos y el recelo de Kim Jong-Un, el joven heredero de Kim Jong-Il, quien vio cómo su padre tenía que lidiar frente a una posible guerra preventiva liderada desde Occidente, siendo estigmatizada Corea del Norte como un país del “eje del mal”, parafraseando a George W Bush.

En este juego de respuestas y contrarespuestas es que también se recrea la vulnerabilidad e inseguridad de Corea del Sur, quien mira cada prueba nuclear de Corea del Norte como una amenaza a su seguridad y como una invitación para acelerar su capacidad de autodefensa y rearme, pues Seúl no cuenta con un programa ambicioso en materia de capacidad nuclear porque siempre estuvo confiada en que EE.UU. iba a extender su mano protectora frente a su vecino beligerante. Sin embargo, la política exterior de repliegue de Barack Obama debido a las finanzas públicas quebradas de Washington, los desastres en Irak y Afganistán y la necesidad de “volver a casa” y reactivar el poder suave de la gran potencia, cimbran una serie de temores en Seúl que leen esta coyuntura como un vacío de poder. ¿Podrá su tradicional amigo y aliado protegerlo de su vecino belicoso?

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Fuente: El Universal Colombia

La contracción de la política exterior de EE.UU. naturalmente genera vacíos y dudas en varias regiones del mundo. No sólo Corea del Sur, el enemigo de Pyongyang, pone en cuestión la eficacia de su tradicional alianza con Washington para protegerla sino Japón mira la escalada nuclear norcoreana como una amenaza a su seguridad. Pese a su constitución pacifista, la dieta japonesa ha aprobado una serie de leyes para aumentar su capacidad militar y de autodefensa. La preocupación de Japón deviene de la desafiante política exterior de Pyongyang pero también de la aspiración de contener la expansión de Beijing y su escalada militar.

De esta manera, el trazo de la política exterior de Barack Obama pone nervioso a otros aliados tradicionales como Israel, quien mira en su escalada armamentista la respuesta para hacerle frente al poder beligerante de Irán. No olvidemos el mensaje que envía el Presidente de  EE.UU. con la designación de Chuck Hagel como nuevo Secretario de Defensa, quien a pesar de que es republicano no es un halcón sino un veterano de la guerra de Vietnam que busca replegar a su país. Todo parece indicar que el juego de inseguridades en Asia del Norte desatará una nueva espiral armamentista.

LAS SEÑALES DE KIM JONG-UN

En el 2013, se cumple el 60 aniversario del armisticio de 1953 que puso fin a las hostilidades bélicas entre las dos Coreas: ¿La coyuntura que estaba esperando la cúpula militar norcoreana para reforzar el liderazgo del joven presidente? ¿La oportunidad para reafirmarse en el poder cuando surgieron una bola de intrigas que cuestionaron su capacidad de dirigir al país, una vez sellada la transición? Quizás en el trasfondo político, las agresiones de Pyongyang tengan mucho que ver con las condicionantes internas del poder, pero a su vez, la racionalidad política dictaba que el estatus quo debía reforzarse cuando se estrenaba la llegada de nuevos líderazgos en la escena regional, Park Geun-hye en Corea del Sur, Xi Jinping al frente de China y Shinzo Abe en Japón.

En el teatro de las relaciones internacionales la capacidad nuclear sirve como elemento disuasivo y como un instrumento eficaz para alcanzar la “paz nuclear”. Corea del Norte utiliza su arsenal nuclear para enseñar su fuerza y predominio y obtener como moneda de cambio concesiones de sus rivales, principalmente de Washington a la hora de acercarse una nueva ronda de negociaciones. No hay que perder de vista que Pyongyang está sufriendo ante las sanciones económicas que le ha impuesto el Consejo de Seguridad y la decisión de Seúl de suspender relaciones comerciales tras el hundimiento del buque surcoreano Cheonan, así como la determinación de Tokio de seguir adelante con el bloqueo de actividades comerciales con Pyongyang.

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El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, durante su visita a China.
Fuente: The Telegraph

Corea del Norte está buscando llevar las tensiones al máximo y recrudecer las amenazas con fines disuasivos pero difícilmente para poner en peligro real este fino acuerdo tácito de balanceos y equilibrios. Con su discurso belicoso, sus ensayos nucleares y su diplomacia desafiante puede conseguir sus objetivos, sin la necesidad de destapar un conflicto a gran escala e incurrir en nuevos peldaños que si le incrementarían su relación de costos. Pyongyang utiliza su arsenal nuclear como un instrumento político para disuadir un ataque preventivo de Washington y para reforzar su posición frente a países rivales como Corea del Sur y Japón.

En este escenario de egos y rivalidades, China se coloca como un actor regional de gran preponderancia debido a su capacidad potencial de frenar a Pyongyang por ser su principal aliado energético y alimenticio. En primera instancia, el gigante asiático no miró con buenos ojos la actitud beligerante de Corea del Norte y decide avalar las sanciones impuestas por el Consejo de Seguridad. Bajo el cálculo de Beijing, este comportamiento puede inducir un cambio en el juego con Washington, quien pudiera optar por una mayor presencia militar en su zona de influencia, pese a su política exterior de repliegue. Asimismo, el gigante asiático no estaría dispuesto a apoyar una mayor escalada armamentista en la región o un brote de inestabilidad en la zona. En ese sentido, el viaje de John Kerry a China cobra sentido, seguir presionando a Beijing para que meta en cintura a su aliado tradicional.

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