Israel fue llamado a las urnas el 22 de enero del 2013, este pequeño país del Medio Oriente que ha sido ejemplo tradicional de una democracia vibrante que juega al son de una variedad de partidos políticos que se mueven desde los vectores religiosos y laicos y que profesan distintas mezclas ideológicas entre la derecha, centro o izquierda. La gobernabilidad que pasa por la dificultad de formar y mantener coaliciones y que hacen de la política israelí un ejercicio de continuidad y cambio. Continuidad en estas elecciones porque se pronosticó desde un principio la victoria del nuevo partido Likud–Israel Beitenu en manos de Netanyahu, el actual Primer Ministro, pero de muchas sorpresas por el ascenso del partido laborista en manos de Shelly Yachimovich y la conquista de los 19 escaños de Yair Lapid en la Knesset, del nuevo partido centrista-moderado “Yesh-Atid” (Hay futuro).
Elecciones que no pudieron quitarse el estigma del nuevo episodio de guerra que se originó entre Israel y Gaza, justamente unos días después de que resultará reelecto el presidente de EE.UU. Barack Obama. El estado judío que mostró al mundo su capacidad de protegerse con su nuevo escudo antimisiles el “Domo de Hierro”, pero que fue sorprendido por los cohetes que Hamas pudo lanzar en contra de ciudades tan importantes como Jerusalém y Tel Aviv. Una escalada de violencia que gozó de un contexto distinto de aquella generada en 2008, ahora con la llegada de la Hermandad Musulmana en Egipto, bajo el liderazgo del presidente Morsi y la transformación de Hamas, quien se aleja cada vez más de Irán y Siria para acercarse estratégicamente a Egipto, Turquía y Catar.
Pero dentro de este convulso mes de noviembre, también se celebró una fecha histórica para el pueblo palestino. La elevación de su estatus jurídico en la ONU, un evento considerado por muchos como el “certificado de nacimiento de su Estado”, y el más grande dividendo diplomático que ha arrojado Mahmoud Abbas desde que fue elegido presidente de la Autoridad Nacional Palestina en 2005. Sin duda, un paso de frente hacia su objetivo soberanista, pero que no conquistó su plena adhesión como “Estado Miembro”, el estatus más acariciado pero casi imposible de alcanzar porque debe enfrentar la codiciada aprobación del Consejo de Seguridad. Además, hay que subrayar que esta ofensiva diplomática, tampoco resolverá los asuntos cardinales del conflicto palestino-israelí como la seguridad, los asentamientos y la cuestión de los refugiados y Jerusalem.
En los últimos años, Israel ha sufrido relaciones tirantes con Barack Obama y vínculos degradantes con la mayoría de sus vecinos y aliados tradicionales. Tan sólo recordemos la merma de su relación con Turquía debido a la toma del buque Mavi Marmara que buscaba terminar con el cerco impuesto sobre Gaza, la caída de Hosni Mubarak y la llegada de la Hermandad Musulmana a Egipto, y las campanas de alerta que se han prendido en Siria por la guerra civil que padece, así como el dolor de cabeza que significa Hezbollah en Líbano. A su vez, el conflicto palestino-israelí ha tenido que moverse de acuerdo a los equilibrios geopolíticos existentes, a los cálculos racionales y a los intereses que portan cada uno de los actores y potencias extranjeras.

La jornada electoral israelí arrojó distintas lecciones, los ciudadanos que están pidiendo desesperadamente abordar la agenda social pendiente frente a una cada vez más agobiante caída de los presupuestos sociales en aras de blindar la seguridad y los dineros orientados para la defensa, toda vez que el imaginario colectivo israelí sigue amedrentado por los posibles riesgos del polémico programa nuclear que ha desarrollado Teherán. El descontento israelí se ha palpado con las mega marchas y las protestas en la calle Rotschild de Tel Aviv, este movimiento de los indignados que parece alimentarse ante la creciente desigualdad económica y el alto costo de vida y que será utilizado para presionar a Benjamín Netanyahu, -quien por tercera ocasión se erige en primer ministro-, a que modere sus posiciones y no le muestre la espalda a la clase media.