En el 2014, la seguridad colectiva global enfrenta diversos polos de preocupación. La región Asia–Pacífico se apunta en la mira principal ante un posible cambio del balance de poder que se deja palpar por una serie de acontecimientos políticos y económicos que se entrelazan: las disputas territoriales en el Mar de China Oriental, el programa nuclear de Corea del Norte, la espiral armamentista que tiene como dedicatoria frenar la actividad expansionista del gigante chino y la megacompetencia económica que forcejea entre dos proyectos contrapuestos ante el fracaso de las metas Bogor y la dificultad de conformar una zona de libre comercio única en esta región, el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) liderado por Washington y el Acuerdo Económico Comprensivo Regional (RCEP) encabezado por Beijing.
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Asia del Pacífico es el escenario de un frenesí nacionalista y soberano debido a las tensiones bilaterales y subregionales por disputas no resueltas sobre algunas fronteras marítimas y terrestres. Entre las más importantes se apunta el reclamo por derechos históricos sobre un conjunto de islas que son fuente de recursos pesqueros, reservas de petróleo y gas natural.
Los litigios incluyen a las islas Diaoyu, llamadas así por los chinos o Senkaku por los japoneses, las islas Spratly objeto de controversia entre China, Vietnam, Taiwán, Filipinas, Brunei y Malasia, las Islas Paracel disputadas entre el gigante asiático, Vietnam, Taiwán, así como las islas Dokdo reñidas entre Japón y Corea del Sur, éstos últimos países clave para Estados Unidos.
Islas Diaoyu
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Las tensiones en la Península Coreana se disputan por los ensayos nucleares de Corea del Norte, los ejercicios navales y los despliegues militares cada vez más sofisticados entre Seúl y Washington, y el endurecimiento de las sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU que en su conjunto han avivado una ola de temores que tendrán que ser calzados por las bondades de la diplomacia y el cálculo racional de la disuasión.
El presidente estadounidense Barack Obama y la presidenta de Corea del Sur, Park Geun-Hye.
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El ascenso de China que genera recelo y desconfianza en la región también ha provocado un nuevo reacomodo de fuerzas y alianzas en materia de seguridad. Al rearme de China y Corea del Sur le sigue la inseguridad de Japón que encuentra una oportunidad de cambio con el regreso de Shinzo Abe como primer ministro, tras las elecciones de diciembre del 2012. El conservadurismo ya estrenado busca romper el cerco pacifista de la constitución que anclada a su artículo nueve prohibe actos bélicos por parte del estado desafiando el orden internacional que emergió con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial.
Hay que recordar que desde su campaña electoral, el Partido Liberal Democrático en Japón (PLD) prometió reedefinir el papel de las Fuerzas de Autodefensa y aumentar el presupuesto militar, una receta que se complementa con la diplomacia proactiva que Shinzo Abe ya practica en la región y que sus detractores la interpretan como provocadora –la visita tan polémica al santuario Yasukini- donde se rinde homenaje a guerreros japoneses, incluidos algunos militares culpables de crímenes de guerra, lo que enaltece la etapa militarista de Japón.
Shinzo Abe
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No olvidemos que la criticada visita de Shinzo Abe a Yasukini le precede el anuncio de China de expandir su zona de defensa aérea, una noticia que cayó como balde de agua fría para Japón, Corea del Sur y Estados Unidos que tuvo como contrarespuesta la denuncia inmediata de Japón ante la violación de su soberanía marítima, la determinación de Corea del Sur de ampliar su propia zona de defensa -previo acuerdo con Washington- y los envíos de aviones de combate de Estados Unidos a la zona para calzar el paso irrestricto de China como potencia global ascendente.
En las aguas turbulentas de Asia-Pacífico, una zona que genera casi el 60% del PIB global, la rivalidad entre hegemones también se palpa bajo dos acuerdos de comercio preferencial distintos. Mientras que el TPP está conformado hasta ahora por 12 por países -incluido México, Chile y Perú- en el esquema de integración comprensivo participan 16 naciones -la ASEAN+6-, es decir los 10 países que conforman la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático más China, Japón, Corea, Australia, Nueva Zelanda e India.
Si bien estos mecanismos pueden producir la apertura del TPP a China o del RCEP a Estados Unidos lo que estamos atestiguando son bloques económicos excluyentes que buscan ocupar mayores cuotas de poder e influencia. En este contexto, la Alianza del Pacífico (AP) en la que participa México, Colombia, Perú y Chile y en proceso de adhesión Costa Rica y Panamá tendrá que estar preparada para enfrentar los sinsabores de la rivalidad sino-estadounidense.