El plebiscito sobre los acuerdos de paz y la victoria del “NO” abre una estela de incertidumbres y cuestionamientos para Colombia. ¡Las encuestas se volvieron a equivocar y no anticiparon el sentir ciudadano! Sus pronósticos que advertían una cómoda ventaja para la opción del “SÍ” chocaron con una realidad que mostraba el rechazo a los acuerdos pactados durante cuatro años en La Habana. Bajo un escenario de antipatía y abstencionismo, la negativa de la sociedad se impuso con un diferencial del 0.45%.
Fuente: univision.com
Colombia está partida en dos. Polarizada, fragmentada y dividida nadie sabe a ciencia cierta que sucederá con este proceso de paz que puede caer en el limbo, pese a la altura de miras del presidente Juan Manuel Santos y el líder de las FARC, Rodrigo Londoño, alias “Timochenko”, quienes reconocieron el resultado y prometieron mantener el cese al fuego bilateral.
Juan Manuel Santos atestiguó un fracaso estrepitoso: falló a la hora de cortejar y seducir a los colombianos con su proyecto de paz, pese al logro histórico de haber forjado un entendimiento político y económico con su máximo enemigo, la guerrilla, en contraste con los intentos fallidos bajo el mandato de los expresidentes Belisario Betancur, Virgilio Barco, César Gaviria, Ernesto Samper, Andrés Pastrana y hasta el mismo Álvaro Uribe.
El mensaje del domingo 2 de octubre fue contundente: sí a la paz pero no con este acuerdo, sí a la paz pero no de está manera, sí a la paz pero bajo otros términos y condiciones. El mandato de las urnas es un llamado de atención, a propósito de sentarse nuevamente en las mesas de negociaciones para renegociar, repensar y reacomodar, pero ¿qué debería de cambiar?
- Saltan las dudas en materia de justicia penal. Éste ha sido uno de los puntos más espinosos y sensibles del acuerdo porque los guerrilleros, criminales y secuestradores no serían juzgados conforme a crímenes de guerra y lesa humanidad, sino de acuerdo a los parámetros que impone la justicia restaurativa y transicional. ¡Esto ha enojado a muchos! Un amplio sector de la población lo ha llamado “justicia con impunidad” o “entrega de amnistía a los guerrilleros”. Con trabajo comunitario y muy pocos años de cárcel –en el mejor de los casos- los castigos no resultan proporcionales a los delitos cometidos. Aquí se abre todo un berenjenal porque las FARC no quieren dejar las armas para pagar con cárcel ni ser enjuiciados conforme a los parámetros de la Corte Penal Internacional (CPI).
- Otro punto que ha aderezado el enojo e inconformismo ciudadano fue el acuerdo sobre la reintegración de los combatientes a la vida política. La victoria del “NO” refleja la rotunda negativa de que guerrilleros, narcotraficantes y terroristas se conviertan en diputados y senadores. Hay que recordar que Juan Manuel Santos gratifica a la guerrilla con diez escaños en el Congreso en un contexto de rally electoral en el 2018 y cuando Álvaro Uribe y su Centro Democrático tiene encajada su mirada estratégica en las próximas elecciones, pues no olvidemos que Oscar Iván Zuluaga perdió por un diferencial de 900,000 votos (más-menos) en la jornada electoral del 2014, frente a la reelección del presidente Juan Manuel Santos. Lo anterior, contraviene algunos hilos de la historia política de América Latina, pues Dilma Rousseff, José Mujica y Daniel Ortega de guerrilleros pasaron a ser presidentes de Brasil, Uruguay y Nicaragua.
- Otro asunto que está exigiendo la matemática electoral es la liberación de los secuestrados por las FARC y devolver a los menores de edad, así como la presión de que las negociaciones de paz cambien de sede para realizarse en Colombia y no en Cuba. En otras palabras, recortar los incentivos, reservas y concesiones a las FARC e inclinar el péndulo político hacia el estado colombiano, cuando la guerra ha dejado 220,000 muertos, casi 8 millones de víctimas y 6.9 millones de desplazados.
Quizá, otro de los elementos más sorprendentes de este proceso haya sido el comportamiento de la comunidad internacional, quien mostró un apoyo unánime y entusiasta a los acuerdos de paz. ¿Acaso no supieron leer los países garantes y facilitadores del proceso el sentir político en Colombia? ¿Qué explicación tienen las Naciones Unidas como organización acompañante y verificadora de los acuerdos de este desenlace inesperado? No olvidemos el anuncio de Federica Mogherini, la jefa de la diplomacia europea, quien señaló que las FARC serían quitadas de la lista de organizaciones terroristas y los créditos propagados por el FMI para la implementación de los acuerdos y la etapa postconflicto. Una comunidad internacional que junto con los medios de comunicación echamos campanas al vuelo, pero que fallamos en comprender el dolor tan fuerte de las víctimas, cuyos costos de transacción fueron desoídos. Nos faltó conexión con los ciudadanos y con la realidad local y nativista de Colombia.
El futuro se torna sombrío para un país desgarrado por el largo y complejo proceso de paz. La geopolítica ha cambiado y eso puede ser el mejor incentivo para la renegociación de los acuerdos. La muerte de Hugo Chávez, el fin de una Venezuela próspera y la reconciliación histórica entre Washington y La Habana obligan a trazar una nueva ruta de paz.
Fuente: albamovimientos.org
De esta manera, el año 2016 sigue dando sorpresas, lecciones y sobresaltos para la agenda de la política internacional. El fenómeno de Donald Trump en EE.UU; la salida del Reino Unido de la Unión Europea (Brexit) y ahora la decisión antisistema de los colombianos pone por delante el sentir ciudadano sobre la política convencional. Al mensaje de la desglobalización, aislacionismo, cierre de fronteras, racismo y discurso del odio se suma el rechazo que los colombianos le propinan al acomodo que le dio el Estado a los acuerdos de paz.
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