2016: los giros en la geopolítica global


2016, fue un año completamente atípico en la escena internacional. Lo sorpresivo e inesperado tuvieron lugar con la llegada de la ola populista en Londres y Washington: el BREXIT y la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca que pusieron a temblar a todo el establishment con su grito antiglobalización y signos proteccionistas, nacionalistas y de cierre de fronteras.

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Fuente: adnradio.cl

El gen pro-europeo quedó en entredicho con los resultados del referéndum del pasado 23 de junio en Reino Unido, a propósito de la decisión británica de separase de la Unión Europea (UE). Fueron los argumentos de la soberanía, toma de decisiones y el control de las fronteras que se impusieron sobre la supranacionalidad europea que mina las leyes impuestas por cada uno de los parlamentos nacionales. Otros divisores entre Londres y Bruselas estuvieron marcados por la falta de consensos en materia de impuestos, pensiones y servicios públicos. Sin embargo, ante la peor crisis de migrantes y refugiados desde el fin de la Segunda Guerra Mundial fue la política migratoria de la UE lo que potenció la llamarada euroescéptica: el rechazo británico de las cuotas de inmigrantes establecidas por Bruselas.

David Cameron pasará a la historia por haber cambiado el destino del Reino Unido, una decisión que abre la puerta a la salida del club europeo con consecuencias políticas, económicas y sociales muy costosas. Además de su dimisión, Escocia pudiera convocar a un segundo referéndum para independizarse del Reino Unido y solicitar su adhesión a la Europa de los 27. No olvidemos que mientras que Gales e Inglaterra votaron a favor del BREXIT, Escocia e Irlanda del Norte se manifestaron en contra, el estatus quo que buscan revertir a través de consultas ciudadanas. ¿Seremos testigos de una nuevo mapa en Reino Unido?

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Fuente: en.mercopress.com

El rechazo a la política tradicional se dejó sentir con las elecciones en Estados Unidos del pasado 8 de noviembre. En la batalla política más importante del año se encumbró el candidato más odiado por las mujeres, migrantes, musulmanes y latinos. Con esta victoria, Estados Unidos dejo su cara más amable para atestiguar la llegada de una nueva correlación política de fuerzas: los soberanistas, supremacistas, nacionalistas, antiinmigrantes, así como los actores que se oponen a la globalización, por cierto, un proceso asimétrico y dispar, cuyos resultados han beneficiado sólo a las élites políticas, económicas y financieras a contrapelo de las clases medias y trabajadoras que portan un sentimiento más localista, nativista y de inseguridad económica.

Cabe recordar que la jornada electoral en Estados Unidos se disputó entre dos candidatos impopulares y que desagradaron profundamente al electorado, “escoger al menos peor”, fue la consigna dada para las elecciones más caras de la historia. Fueron los estados de Pensylvania, Michigan, Ohio y Wisconsin quienes inclinaron la balanza a favor de Donald Trump acompañado del voto oculto que fallaron en recoger las casas encuestadoras. Fue el mensaje del hombre blanco anglosajón menos educado y con salarios estancados lo que se reafirmó el pasado 8 de noviembre junto con un sentimiento poderoso de pérdida de identidad de la Unión Americana que terminaron por abrir la avenida de la discriminación, racismo y xenofobia.

El voto latino no hizo la diferencia para materializar el triunfo de Hillary Clinton. Por el contrario, fue la mexicanofobia uno de los sentimientos más poderosos de esta campaña junto con el credo del americanismo y antiglobalización. Nunca antes en la historia de las elecciones en Estados Unidos,  México había atrapado tanto la atención de los electores estadounidenses. Para Donald Trump, México es uno de las principales males que aquejan a la Unión Americana, de ahí su propuesta de construir un muro fronterizo, confiscar remesas, deportar a inmigrantes indocumentados y renegociar el TLCAN. Precisamente veremos privilegiar el enfoque de la militarización y securitización de la frontera en contraste con la agenda del desarrollo que abandera México.

La victoria de Donald Trump en la Unión Americana sella el fin de la relación especial México – Estados Unidos y las claves de una relación que ha generado mutuos beneficios. México pierde esta partida por no haber atendido las señales de alerta temprana: los signos del ultraconservadurismo del Tea Party, el abandono de una estrategia de cabildeo de nuestro gobierno en Washington y la falta de una estrategia de comunicación para posicionar los atributos y bondades de la diáspora mexicana en EE.UU. ¡Resulta muy tarde seguirle recordando a Donald Trump que México aporta el 8% del PIB estadounidense!

Otro acontecimiento que dejó perplejo al mundo fue el rechazo del Acuerdo de Paz sellado entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC el pasado 26 de septiembre. Otra decisión antisistema que terminó por convertirse en un referéndum sobre el desempeño del presidente cuando sus índices de popularidad rondaban el 24%. Como puntos ácidos de la paz se colocaron los temas alrededor de la reparación de las víctimas, la justicia penal y la participación política de los guerrilleros. Álvaro Uribe se encargó de recordar que los asesinatos, secuestros, homicidios, desapariciones forzadas, reclutamiento de menores de edad y violaciones sistemáticas a mujeres son actos atroces que deben ser castigados por el derecho internacional y que no pueden ser perdonados con trabajo social y comunitario. Para los detractores de la paz estos guerrilleros deben pisar la cárcel y enfrentar condenas por crímenes de lesa humanidad.

Bajo la consigna de alcanzar la paz pero de otra manera, los votantes colombianos eclipsaron el acuerdo, sin embargo dos meses después un nuevo texto fue pactado entre Juan Manuel Santos y Rodrigo Londoño –alias Timochenko- que cerró el conflicto armado que duró 52 años y arrojó 220,000 muertos, casi 8 millones de víctimas y 6.9 millones de desplazados.

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Fuente: prensa.com

La peor crisis de inmigrantes y refugiados desde el fin de la Segunda Guerra Mundial junto con la globalización asimétrica y dispar han agravado el malestar social. La guerra en Siria ha desquiciado las fronteras de países vecinos y alzado un sentimiento de miedo e inseguridad al interior de las capitales europeas, un sentimiento que se pondrá a prueba con las elecciones que tendrán lugar el próximo año en Francia, Países Bajos y Alemania.

 


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