El año 2017 se estrena con dos legados que no podemos esquivar en la agenda internacional: la despedida de Barack Obama como presidente de Estados Unidos y el adiós de Ban Ki-moon como Secretario General de la Organización de Naciones Unidas, dos puestos que serán reemplazados por la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y Antonio Guterres como máximo líder de la organización internacional.
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Después de diez años en el cargo con dos mandatos, Ban Ki-moon pudiera postularse para la presidencia de Corea del Sur, después de la dimisión de Park Guen Hye y del ciclo de inestabilidad política que padece su país de origen. De presentarse a las elecciones tendría posibilidades de ganarlas pues las encuestas lo sitúan en segundo lugar detrás de Moon Jae-in, exlíder del principal partido de oposición.
Como en toda gestión, el legado de Ban Ki-moon al frente de la ONU deja una estela de blancos, negros y grises. Sus detractores lo señalan como un líder débil, poco carismático y con respuestas tímidas a la hora de tomar decisiones y enfrentarse al gigantismo de las potencias centrales. Una figura maleable que no pudo influenciar en la geopolítica global, sobre todo en la guerra en Siria que desde un principio encontró los disensos de Estados Unidos y Rusia, dos miembros permanentes del Consejo de Seguridad.
Los frentes abiertos que deja Bank Ki-moon a su sucesor portugués son amplios y variados: la guerra en Siria, el conflicto en Ucrania, la carrera armamentista, el desentendimiento entre palestinos e israelíes, el flagelo del terrorismo, los ciberataques y las ambiciones nucleares de Corea del Norte, además de los conflictos en varios países africanos.
Siendo surcoreano, Ban Ki-moon no pudo parar las aspiraciones nucleares de Kim Jong Un, ahí está la prueba de la bomba de hidrogeno en el 2016- y otras provocaciones directas al sistema de no proliferación nuclear. Este mismo fin de año advirtió sobre los preparativos de un nuevo ensayo de misil balístico de alcance intercontinental que puede llegar a tierras de Donald Trump. Recordemos que la designación del surcoreano fue aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU el 9 de octubre del 2006, fecha que Corea del Norte detonó de manera exitosa un dispositivo nuclear.
De entrada, los secretarios generales de Naciones Unidas están muy acotados y limitados por la actuación de los países que tienen capacidad de veto en el Consejo de Seguridad. Se trata de uno de los trabajos más complejos del mundo porque como líderes representan los intereses mayoritarios de la población mundial y la conciencia moral de la humanidad lo que hace corto circuito con los intereses nacionales y particulares de las grandes potencias en cada coyuntura internacional. ¡La realpolitik que termina de imponerse en la toma de decisiones!
Ban Ki-moon carga con la enorme deuda en Siria y con un contexto internacional que marcó la peor crisis de refugiados y migrantes desde la Segunda Guerra Mundial. Asimismo, se despide del cargo en medio de los escándalos por abusos sexuales de los cascos azules, así como el brote de cólera en Haití en el año 2010, el exsecretario general, quien pidió perdón pero ha evitado reconocer la responsabilidad de la organización en el país más pobre del hemisferio occidental portador de un ADN de atraso y subdesarrollo, inestabilidad política crónica y falta de gobernanza.
Antonio Guterres también tendrá que enfrentar los flagelos de la pobreza, desigualdad, violaciones masivas a los derechos humanos y la necesaria rectificación de la globalización que ha mostrado ser un proceso asimétrico y dispar. De manera paralela deberá encarar la reforma pendiente de la ONU en materia de institucionalidad y sobre todo la necesidad de transparentar la toma de decisiones dentro del Consejo de Seguridad y de ampliar su base para que otras economías emergentes se apunten en la toma de decisiones dentro del máximo órgano de seguridad internacional. Hasta el momento existe una falta de voluntad de las potencias centrales para llegar a un acuerdo.
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Pese a que la ONU maniobra con escasos recursos financieros, la llegada de los nacionalismos en Estados Unidos y Europa, el grito proteccionista y el sentimiento antisistema que ha mermado la confianza de los ciudadanos frente a las instituciones será otra prueba de fuego para el nuevo liderazgo iberoamericano. Mientras que Antonio Guterres cuenta con experiencia política, diplomática y multilateral, Donald Trump mira con total escepticismo las organizaciones internacionales y se jacta de su perfil unilateralista, aislacionista y racista, xenófobo y antiinmigrante, el presidente electo que no se comporta como un “ciudadano del mundo”.
Donald Trump amenaza el legado de Ban Ki-moon en la ONU. Sus grandes éxitos como la aprobación de la agenda 2030, los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) y el histórico Acuerdo de París que entró en vigor en el segundo semestre del 2016 para combatir el cambio climático y transitar hacia economías verdes puede sufrir de una serie de reveses ante los nuevos cambios políticos en Washington. Donald Trump ha mostrado un enorme desdén hacia la ONU, pero se le olvida que ningún país por más poderoso que sea puede por sí solo resolver los problemas mundiales. Hoy vivimos en un orden multipolar.