Polonia, un país colocado al centro de Europa no puede esquivar su pasado dramático ni las lecciones trágicas de su historia. Su posición geográfica entre Alemania y Rusia selló el destino de un país altamente codiciado por los intereses de las potencias globales.
Recordemos que Polonia desapareció del mapa político como consecuencia de la partición de su territorio entre Prusia, Rusia y Austria al tiempo de recuperar su independencia hasta el año 1918. Bajo el reto de reunificar a sus regiones que formaron parte de tres países, pronto los polacos se enfrentaron a los nuevos designios geopolíticos que trazaron Hitler y Stalin: la invasión a Polonia por la Alemania nazi y el totalitarismo ruso cuando comenzaba la Segunda Guerra Mundial.
Polonia, un país donde los elementos del pasado y la memoria histórica se convierten en fuentes de identidad colectiva logró sellar su transición democrática en 1989, el vértice de la transformación política de Europa del Este y el disparador de la caída final del comunismo. Bajo la firme intención de blindarse del tutelaje ruso y acreditar su posición geográfica como país puente entre Europa Occidental y Europa Oriental, pronto Varsovia inclinó el péndulo geopolítico hacia la Alemania integrada a la Unión Europea (UE). Dieciocho años después de su ingreso a la OTAN y a trece de formar parte del club comunitario, Polonia ha dado un salto cuántico en materia política, económica y social.
Para la Bruselas comunitaria, Varsovia adquiere mayor peso y talla en asuntos de seguridad y fronteras. Su vecindad con Ucrania y su anuencia de establecer una base del escudo antimisiles de la OTAN compaginan con el deseo de Estados Unidos de convertirla en el centro de operaciones militares de Europa Central. Asimismo, Varsovia lidera el grupo Vizegrado, el país más grande en extensión y población que Hungría, República Checa y Eslovaquia y cuya economía representa la sexta de la UE. Pese a que este grupo regional busca incrementar su influencia frente a Bruselas, las discrepancias se dejan sentir, mientras que Polonia se asienta en Alemania, Hungría se acerca a la Rusia de Vladimir Putin, una política de coqueteo que genera desconfianza en el seno de la OTAN y Estados Unidos.

Polonia hizo la tarea y se convirtió en el país con el mayor crecimiento económico dentro de las naciones que integran la OCDE. Ha sido el más grande beneficiario de los fondos de cohesión social entregados por Bruselas. Durante el periodo 2014-2020 se
habrán repartido cien mil millones de euros, capital que ha sido gestionado con disciplina en proyectos de infraestructura, conectividad e innovación. El arte de distribuir se siente en la revitalización de la ciudad de Lódz, el Parque Tecnológico de Inversión en Cracovia dedicado a apoyar incubadoras, start ups y a pequeñas y medianas empresas, así como el Pendolino o tren rápido que obtuvo el 22% de financiamiento europeo.
Ahora el quehacer más retador será mantener el ritmo de crecimiento sostenido y evitar una contracción cuando deje de recibir fondos de nivelación por parte de Bruselas. Recordemos, que Polonia fue el único país de la UE que no entró en recesión como consecuencia de la crisis financiera del 2008, una hazaña que la blindó de sus pares comunitarios como producto del dinamismo de su mercado interno, sector exportador y por no haber ingresado al euro. Sin embargo, el Brexit y la Europa a múltiples velocidades podrá traducirse en un golpe para aquellos países que han rechazado adoptar la moneda común, naciones más vulnerables de ganar estigma como periféricas.
Polonia, al igual que México, es país bisagra y nodo de conexión. Dentro de su patio regional, ambos han tenido que lidiar y sortear a sus países vecinos que son superpotencias. Pese a que la relación bilateral no refleja las dimensiones de nuestros países como jugadores clave dentro de sus respectivos continentes ahora compartimos un timing que puede potenciar el proceso de convergencia. Después de haber digerido las directivas europeas y el marco jurídico y regulatorio que impone Bruselas, Varsovia ha decidido buscar mercados extraeuropeos que le ayuden a diversificar su comercio que lo anclan a la UE y Alemania. Por su parte, México está viviendo un momento de inflexión con la llegada de la furia populista a Washington que la obliga a girar su mirada hacia mercados no tradicionales.

El próximo año, cuando Polonia celebre los 100 años de su independencia también se cumplirán los 90 años de las relaciones México-Polonia. Para nuestro país, Polonia deberá ser la puerta de entrada a Europa Central, Europa del Este, pero también a la región euroasiática, una plataforma para llegar a terceros países desde su territorio considerando el más alto nivel de interlocución que Varsovia practica con las exrepúblicas soviéticas. Con la visita de Estado del presidente Andrzej Duda a México se incrementan las posibilidades para empoderar una relación en ascenso. En este marco se inaugurará una oficina de promoción comercial, se solicitará nuestro apoyo para que la ciudad de Lódz se convierta en la sede de la Expo 2022 y Polonia se convierta en miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU para el bienio 2018-2019.
*Este texto fue originalmente publicado en el diario Excélsior el 18 de abril de 2017: http://www.excelsior.com.mx/opinion/opinion-del-experto-nacional/2017/04/18/1158242