Hablar de Yemen es hablar de un país que ha sufrido una inestabilidad endémica y prolongada. Sus razones se encuentran en la historia, un país dividido entre el Norte y Sur que no ha podido superar la dura prueba de la reconciliación nacional. El Yemen unificado, que tuvo como artífice al dictador Ali Abdullah Saleh, sigue amenazado por las fuerzas separatistas del Sur, las rebeliones del Norte, la guerra civil y las vulnerabilidades de un Estado que no puede garantizar mínimas condiciones de gobernabilidad. Una multiplicidad de causas lo arrojan como Estado Fallido.

Fuente: The Washington Post
La escena política de Yemen pasa por la figura de Saleh, el Presidente omnipresente y todopoderoso que concentró el poder político, económico, militar y social durante 33 años, con base en un precario equilibrio de fuerzas basado en el sistema de partido único personificado por el “Congreso General del Pueblo”, un parlamento bicameral en donde el Presidente elige a los 111 miembros de la Shura o del Consejo Consultivo, así como una oposición fragmentada que abarca desde la coalición de la Hermandad Musulmana (Islah) hasta los partidos socialistas. Toda una formula cobijada por el nepotismo y las redes clientelares.
Subdesarrollo, dependencia y tribalismo han sido características distintivas de la República de Yemen. El juego político y económico se asienta en un hervidero de tribus y enfrentamientos sectarios que se palpan en los clanes, grupos religiosos, insurgencias y facciones militares que se disputan por el poder político y la renta petrolera que va en declive. A la violencia tribal se le suman otros problemas como la corrupción, el desempleo o la pobreza que junto con la escasez de alimentos y desnutrición arrojan al país a una crisis humanitaria.
A raíz de las protestas de la primavera árabe, el Presidente Saleh se vio obligado a dimitir. El Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), respaldado por diplomáticos estadounidenses, británicos y por Arabia Saudita y ONU, entre otros, estableció que el Vicepresidente será el único candidato a presentarse en las elecciones del 21 de febrero, quien dirigirá durante dos años el proceso de transición, junto con el líder de la oposición, un acuerdo que despierta el rechazo por la “inmunidad” ofrecida a Saleh y que favorece el descabezamiento de unos cuantos en detrimento del “cambio total” que demandan los manifestantes.
A la situación convulsa en Yemen se agrega la presencia que ha conquistado Al Qaeda. La red terrorista cuenta con una base de operaciones al Sur de Yemen y tiene pretensiones de convertirla en una plataforma de alcance global. Esta organización aprovecha la batalla secesionista del Sur de Yemen, la realidad tribal y la debilidad intrínseca del Estado para hacer avanzar su Yihad Global. No olvidemos que esta red ha sufrido bajas importantes, como la de Anwar al-Awlaki, la cara pública de Al Qaeda en la Península Arábiga que fue abatido por fuerzas de EU en septiembre del 2011.
Países como EE.UU, Arabia Saudita, Irán y Somalia están en la órbita de Yemen. Para la Unión Americana, Little Saddam como se le llamó alguna vez a Saleh, era un aliado clave para frenar el terrorismo yihadista, una relación muy complicada que rondó entre la cooperación y la desconfianza. Por su parte, la influencia saudí en Yemen ha sido fundamental, problemas de frontera común y conflictos con la comunidad shiita no han cancelado los intereses comunes en la lucha antiterrorista y como principal soporte financiero.