El año 2013 se estrenó con el conflicto en Malí y la ofensiva militar de Francia en este país del Sahel africano que, después de muchos años de inestabilidad, logró consolidar la transición política hacia la democracia al haber celebrado sus primeros comicios generales en 1992, después de 32 años de vida independiente. Pero ¿Qué pasa en Malí? ¿Por qué su presidente tuvo que hacer un llamado de ayuda a la comunidad internacional? ¿Cuáles son los motivos del conflicto y el enjambre de intereses que aquejan a este país envuelto en el corazón de la pobreza? Quizás, la primera respuesta encuentra eco en el peso de la historia.

El fin de la colonización europea en África inauguró una estela de dificultades en los nuevos estados independientes, que tuvieron que enfrentar la gran tarea de la “construcción nacional”, un primer quehacer que los obligó a encarar la problemática de las fronteras arbitrarias y artificiales como producto de las necesidades de administración y control de las antiguas potencias colonizadoras que no privilegiaron los criterios étnicos, sociales y culturales. Desde un principio, pueblos divididos y minorías sometidas que encontraron en el uso de las armas y la guerra civil, una forma de dirimir sus profundas diferencias y que más adelante se expresaron en las luchas intestinas por alcanzar el poder y que contribuyeron a sellar la debilidad estructural de la mayoría de los estados africanos.
La convulsión en Malí comenzó cuando la fuerza separatista Tuareg conocida como el Movimiento Nacional de Liberación Azawad (MNLA), lanzó una nueva ofensiva independentista en el Norte del país, tribus nómadas del Magreb que practican la religión islámica y que se encuentran divididas y desparramadas en varios países africanos y que no todas necesariamente comparten los mismos intereses ni abrazan el sueño nacionalista. A este movimiento heterogéneo y rebelde se le sumaron algunos grupos islamistas como el grupo terrorista de Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) y Ansar al Dine, que tienen como mandato el imponer la ley islámica en Malí. Una alianza que duró pocos meses cuando las diferencias ideológicas y políticas los separaron de la etnia Tuareg.
El conflicto en Malí obedece a una serie de razones tanto internas como externas, sin embargo, mucho tiene que ver con la muerte de Osama Bin Laden y la reconfiguración global de la yihad islámica o guerra santa que tiene por naturaleza un modus operandi muy flexible, mutante y adaptable a nuevas situaciones y coyunturas. Sus células terroristas desperdigadas por muchos países del Magreb y del cinturón del Sahel se suman a otros grupos terroristas que combaten con fuerza al estado, el caso de Boko Haram, los radicales salafistas que se enfrentan a las fuerzas gubernamentales en Nigeria y Al Shabab en Somalia.
EL SAHEL ¿UN POLVORÍN?

En esta imagen se muestra la composición de esta enigmática región, incluyendo los ataques le las tribus Tuareg en contra de el Movimiento Nacional de Liberación de Azawad .
Fuente: The Arabist
La problemática de Malí se incuba en una historia de cruces étnicos, políticos y religiosos. Un cocktail de ingobernabilidad que se sustenta en un estado frágil e incapaz de controlar la integralidad de su territorio y las fronteras porosas que se comparten con sus estados vecinos, un país donde cohabita un precario estado de derecho y la fragmentación étnica y social que se materializa en el terreno de la política con rivalidades casi insuperables; precisamente el terreno ideal para que los grupos ultraconservadores del Islam proliferen en uno de los países más pobres del mundo.
La comunidad internacional ha levantado serias preocupaciones sobre la posibilidad de que el Sahel se convierta en un refugio de terroristas. Muchos expertos han equiparado al Sahel como el Afganistán africano, una región desértica que acoge a grupos armados, yihadistas, contrabandistas y también a narcotraficantes que rivalizan por alcanzar mayor talla e influencia en la toma de decisiones, los salafistas que utilizan un sin fin de recursos ilícitos para financiar el regreso de los usos y costumbres originarios del Islam.
La mancuerna del crimen organizado trasnacional y el terrorismo hicieron de las suyas hace unas semanas cuando asaltaron la planta de gas en Argelia, una refinería operada por British Petroleum (BP), la noruega Statoil y la argelina Sonatrach, en la que decenas de extranjeros y cientos de argelinos fueron secuestrados. La reivindicación del secuestro quedó en manos de Mokthar Belmokhtar, uno de los terroristas más buscados del planeta y quien abriga grandes afinidades y simpatías con Al Qaeda, aunque es cabeza de su propia facción y brigada terrorista. Muchos lo identifican como un poderoso contrabandista de armas y diamantes, quien controla las rutas del desierto y se piensa vengó la intervención francesa en Malí.
En el mundo político y diplomático ya es común hablar de las alianzas que existen entre el yihadismo y el narcotráfico, asimismo se advierte de la participación de algunos cárteles de la droga y cocaína que operan en América Latina y quienes miran con buenos ojos la diversificación de otras vías para llegar al mercado europeo. En este cúmulo de intereses, también se colocan los de las empresas extranjeras, quienes encuentran en África el botín para saciarse de materias primas. Tan sólo veamos el caso del uranio de la vecina Níger, depósitos del mineral que permiten aceitar las centrales nucleares francesas
LA OFENSIVA DE FRANCIA EN MALÍ
¿En qué momento se da la ofensiva de Francia en Malí? ¿Cuáles son los cálculos políticos que hace el presidente Hollande para expandir el amplio historial que tiene Francia como antigua colonia intervencionista? ¿Qué intereses galos han sido tocados? ¿Qué piden los miles de franceses que habitan en Bamako, la capital de Malí? Posiblemente réplicas de política exterior que están íntimamente relacionadas con las claves de política interior, el presidente Hollande, que ha encontrado en este controvertido gesto el gran apoyo de su población justamente cuando las prioridades son otras: la crisis económica que asedia a los franceses, el desempleo que crece y la popularidad del presidente que actúa de picada.

Lo que sucede en Malí vuelve a recordarnos las coordenadas actuales de la política internacional que pasan por el poder suave de Barack Obama, quien ya inició su segundo mandato como presidente de EE.UU. La primera potencia económica mundial que se repliega del escenario terrorista que se disputa en el Norte de África y que deja que otros países tomen la delantera en un momento donde las finanzas públicas de la nación y el código fiscal no se ha resuelto y cuando Washington apenas terminó de retirar sus tropas de Iraq y lo hará próximamente en Afganistán.
Abordar el conflicto en Malí nos obliga necesariamente a pasar revista de lo que ha sucedido en Libia con la era post-Gaddafi, aquella dictadura que duró 42 años y los retos que ese país petrolero enfrenta en términos de seguridad, estabilidad y unidad. Algunos autores apuntan sobre los reacomodos y reajustes de los grupos Tuareg como producto de la ausencia de Gaddafi, el líder que sabía como controlarlos y compensarlos y que a partir del desplome de su gobierno, se ha inaugurado una salida masiva de armas que mantiene en vilo a esta región trastocada por el espíritu de la primavera árabe.

Fuente: ABC.es
Alrededor del conflicto en Malí no solamente aparecen los jugadores tradicionales, países como Argelia y Libia o bien Francia y EE.UU. Hay otros actores que ya destilan sus intereses como Rusia y China y que no necesariamente están de acuerdo con las decisiones de política internacional que se toman desde Occidente. No olvidemos que China tiene intereses muy grandes en África, como país inversionista y como succionador de materias primas y minerales para abastecer a su población creciente, pero tal vez, en esta ocasión hay más afinidades que divisores para apoyar la ofensiva de Francia.