La Carrera por la Casa Blanca.


Las elecciones en EE.UU. han sorprendido a propios y extraños. Una jornada electoral en donde la sorpresa, lo inesperado y lo inadvertido han tenido lugar. Una campaña que se compaginó al ritmo de un año completamente atípico en la escena de la política internacional en donde nadie perfiló con seriedad la materialización del BREXIT, la consolidación del fenómeno de Donald Trump en EE.UU. y el rechazo al acuerdo de paz de Colombia negociado entre el gobierno y las FARC durante cuatro años en La Habana. Estos tres acontecimientos comparten un común denominador: un profundo enojo colectivo con el estatus quo.

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Fuente: si.wsj.net

La carrera para elegir al presidente número 45 en EE.UU. no despertó simpatías y entusiasmo. Tanto Hillary Clinton como Donald Trump fueron candidatos que desagradaron profundamente al electorado, pese a las enormes cantidades invertidas en aras de cautivar el voto estadounidense. Escoger al menos peor, fue la consigna dada para las elecciones más caras de la historia. El Center for Responsive Politics estima que el valor total de estas elecciones fue 6.6 mil millones de dólares que ajustados a la inflación significaron 86.5 millones más que el rally electoral del 2012. Tanto dinero gastado para evitar que Donald Trump llegue a la presidencia o frenar el arribo de Hillary Clinton a la Casa Blanca.

En medio de una carrera ajustada para cortejar y seducir el poderío de los votantes y el porcentaje de indecisos, los swing states o los llamados estados batalla juegan un rol preponderante. Florida, Ohio, Nevada y Pensilvania, son entre otros, los estados báscula que inclinarán la balanza política en aras de conseguir los 270 votos electorales requeridos de los 538 en juego, aunado a los 34 escaños que se pelean en el Senado y los 435 asientos de la Cámara de Representantes. Una campaña marcada por la dificultad de captar el voto oculto por parte de las casas encuestadoras que seguramente favorecerán a Donald Trump ante el sentimiento de pérdida de identidad del hombre blanco anglosajón que han hecho resonar el mensaje racial, supremacista y antiinmigrante.

EE.UU. ya no será el mismo después de esta campaña electoral. El juego político marcó un límite con la globalización asimétrica, heterogénea y dispar, cuyos resultados han beneficiado sólo al amalgamiento de las élites políticas, económicas y financieras a contrapelo de las clases medias y trabajadoras que portan un sentimiento más localista, nativista y de inseguridad económica. El hombre blanco anglosajón y de baja escolaridad que todos los días enfrenta los salarios estancados, la frustración de no poder pagar la educación universitaria de sus hijos y el sueño americano extraviado. El credo del americanismo y la antiglobalización no serán borrados tan fácilmente de la memoria colectiva de los estadounidenses, ideas posadas, reforzadas y posicionadas que llegaron para quedarse en el ambiente político.

Independientemente de quien gane la máxima batalla política en la Unión Americana, no olvidemos que todos hemos perdido. El ruedo electoral intensificó la descomposición política en EE.UU; avivó la flama de la desunión y polarización y le restó dignidad a los estadounidenses. Fue en este ejercicio que se denigró -como nunca antes visto- a las mujeres, migrantes, musulmanes, latinos y discapacitados que con un discurso de odio utilizó los miedos y prejuicios para convertirlos en los valores más rentables de la política. Una jornada que ha dejado profundas huellas en la segmentación estadounidense: los que conectan con el factor racial, supremo y puro frente a aquellos que defienden la divisa de la diversidad, pluralidad y el respeto al otro.

 

México en el punching bag estadounidense

Nunca antes en la historia de las elecciones en EE.UU. México había atrapado tanto la atención de los electores estadounidenses. Para Donald Trump, México es una de las principales causas de los males que aquejan a la Unión Americana. Con un discurso agresivo y provocador, el candidato republicano propuso la construcción de un muro fronterizo, la confiscación de remesas, la deportación de los inmigrantes indocumentados y la renegociación e incluso la cancelación del TLCAN. Una agenda que desconoce las claves de la relación bilateral que han generado mutuos beneficios. No olvidemos que desde 1994 al 2015, el comercio entre EE.UU. ha aumentado en 480% y más de seis millones de empleos en EE.UU. dependen de la relación comercial, según datos oficiales.

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Fuente: elportal.mx

Bajo declaraciones racistas y en contra de las minorías étnicas – Donald Trump calificó a los musulmanes como terroristas y a los mexicanos como violadores y criminales. Con estas declaraciones y otras incendiarias dirigidas a las diásporas hispanas, el candidato republicano ha logrado unir a la América Latina dispar bajo un consenso anti-Trump. Su propuesta hacia México se transa en la militarización y securitización de la frontera, escrutinio antinimigrante y deportaciones masivas, así como privilegiar la visión policial antes que la agenda del desarrollo. La idea es importar la economía de guerra a México frente a los espacios acotados en Irak y Afganistán.

México reaccionó muy tarde frente al fenómeno de Donald Trump en EE.UU. El monstruo que todos ayudaron a crear no es nuevo y hubo muchas señales de ultraconservadurismo, racismo y xenofobia que ya había encontrado resorte con el Tea Party. Nuestro país está pagando las consecuencias de haber abandonado su estrategia de cabildeo y relaciones públicas que habíamos implementado de manera muy exitosa bajo la coyuntura del TLCAN. Haber abortado esta disciplina hizo llenar los espacios vacíos por otros grupos de interés que se encargaron de cuestionar las bondades y virtudes de la comunidad mexicana en EE.UU. Ahora recordarle a la Unión Americana que México aporta el 8% del PIB estadounidense llega tarde y a destiempo.

La mexicanofobia será un sentimiento con el que tendrán que lidiar republicanos y demócratas aunado al sentimiento del nacionalismo económico, proteccionismo, cierre de fronteras y antiglobalización despertado por el discurso más extremista de los conservadores. -Este será un reclamo que debe atenderse sin importar quien gane la Casa Blanca-. Con este lamentable trasfondo se tendrán que resanar las heridas de la relación México-EE.UU, una relación dañada y perjudicada por esta contienda electoral que encontró en el reality show un cauce más poderoso que el de las propuestas proactivas y la delineación de políticas públicas para enfrentar los más grandes desafíos de EE.UU. en el siglo XXI.

Sea como fuere, México enfrenta un panorama adverso en sus relaciones con EE.UU. A la Unión Americana no se le escapa la crisis de derechos humanos que vive nuestro país, el enojo social ante la epidemia de la corrupción y la falta de transparencia y rendición de cuentas que no son valores intrínsecos de nuestra democracia. La presión de EE.UU. se incrementará para que México reforme su sistema de justicia, seguridad y refuerce su Estado de derecho. Que no se nos olvide que en 2015, el Departamento de Estado bloqueó una parte de los fondos de la Iniciativa Mérida destinado a México por graves fallas en materia de libertades fundamentales y derechos humanos.

 

La diáspora hispana

La demografía es política y la conformación de las minorías tiene un juego central en las elecciones, la forma de cómo votaran los afroamericanos, los latinos, los asiáticos y otros grupos de interés. Debemos de recordar que el voto latino es un voto codiciado en EE.UU. por ser la primera minoría de mayor crecimiento pero no está sobreestimado por su tendencia histórica hacia la baja de participación política. Precisamente Barack Obama en los últimos días previo a la elección buscó movilizar a los votantes latinos en estados clave como Florida, Ohio y Carolina del Norte, tres estados clave y que estuvieron empatados hasta el último momento de la jornada electoral.

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Fuente:
elchiltepin.mx

El electorado latino es el más grande de la historia en las elecciones del 2016 en EE.UU. Prácticamente suponen el 17% de la población total y cuentan con alrededor de 53 millones de habitantes siendo aptos para votar alrededor de 27 millones. Texas, Nuevo Mexico, California, Florida y Nueva York son los estados con el mayor número de votantes latinos. Cabe subrayar que en las elecciones del 2012, Mitt Romney perdió la Casa Blanca al haber conquistado solamente el 27% del voto latino y John McCain corrió con la misma suerte –cuatro años antes- cuando se apuntó con el 31% del voto latino. Bajo este tenor, el republicano George W. Bush coronó su victoria, gracias al respaldo latino cifrado en el 42%.

México saldrá raspado con la intención del voto en EE.UU.  Es hora de que la comunidad mexicano-estadounidense salga a votar para reafirmar su presencia y poder en la Unión Americana.

 


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