Con el sueño de evitar más guerras y destrucción y asegurar la prosperidad económica es que el experimento geopolítico europeo que inició a mediados del siglo XX sigue expandiendo su territorio y número de habitantes con nuevas oleadas de ingreso. Precisamente a casi 20 años del inicio de la guerra de los Balcanes, Eslovenia y Croacia ya forman parte del propósito más ambicioso de paz que se haya implementado en la historia del mundo.
Después de un camino largo y lleno de obstáculos y contrariedades, el proceso de integración comunitaria avanzó con la aprobación del Tratado de Maastritch en 1992 y más adelante con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa en el 2009. Con estos mandatos la Unión Europea (UE) obtuvo una nueva identidad, se introdujeron reformas institucionales que buscaron mejorar su funcionamiento interno y hacer más visible su actuación en el mundo, así como permitir futuras adiciones a la Europa de los 27. De esta manera, la UE atrajo la entrada de los países de Europa del Este, así como la adhesión en 2004 de Chipre, Estonia, Letonia, Lituania, entre otros. Todo un proceso que estuvo aparejado de la adopción del euro, la segunda moneda más utilizada del mundo después del dólar.

Bajo un contexto de efervescencia, los países balcánicos que conquistaron su independencia después de la desintegración de la ex República Federal Socialista de Yugoslavia buscaron su entrada a la UE. Precisamente, Croacia tejió su consolidación nacional y la reestructuración de sus relaciones internacionales con base en el acercamiento euroatlántico, uno de los pilares fundamentales de su política exterior. Su ingreso a la ONU en 1992 y su participación como miembro no permanente en el Consejo de Seguridad en el bienio 2008-2009, así como el activismo mostrado en diversas operaciones de mantenimiento de paz han contribuido a estrechar sus lazos con EE.UU. y la UE, una trayectoria difícil de comprender si esquivamos otro de sus pasos clave: su ingreso a la OTAN en 2008.
Después de una larga batalla, Croacia se estrena como nuevo socio de la UE, el país número 28 en ingresar al mayor organismo supranacional del mundo, que no vive sus mejores momentos, tras enfrentar la peor crisis económica desde la década de 1930. Siguiendo los pasos de Eslovenia, Croacia será la segunda exrepública yugoslava en ingresar a este club después de seis largos años de negociaciones. Finalmente el Bundestag alemán (Cámara Baja) aprobó el ingreso de Croacia a la UE, el último país que ratificó el tratado de acceso.

Giran muchas interrogantes alrededor del ingreso de Croacia a la familia europea. Desde el punto de vista del viejo continente: ¿Ha llegado el momento de que la UE cierre temporalmente sus fronteras ante la crisis económica que arrecia? ¿La UE deberá de recuperar el crecimiento económico antes de que pueda admitir a nuevos miembros y conceder miles de millones de euros en fondos estructurales y de cohesión? Por otro lado, el dilema croata se disputa en la siguiente pregunta ¿Cobra sentido formar parte de la UE cuando vive un “momento negro” en su historia o habría que apostarle a la carta integracionista, confiar en el proyecto y hacer a un lado los malos augurios?
Croacia escribe un nuevo capítulo en su joven historia como país independiente pero no podrá desmarcarse del momento tan crítico en que se materializa su ingreso a la UE. El creciente euroescepticismo sigue irrumpiendo la vida política de muchos países y los socios del viejo continente están divididos entre la gran disyuntiva de la “austeridad o crecimiento”. Además, la fuerza del nacionalismo se multiplica en toda la Unión bajo agrupaciones políticas de extrema derecha o extrema izquierda que encuentran en la desigualdad y el desempleo juvenil la mejor arma para desganar a los paneuropeos. No releguemos los casos más sintomáticos que cuestionan la efectividad de la Unión Europea como el referéndum convocado por David Cameron en 2017 para decidir si Reino Unido continúa o no en este esquema de integración regional.
LOS DESAFÍOS DE CROACIA EN LA UNIÓN EUROPEA
Croacia ha sido un país que ha tardado años en cerrar los saldos de la guerra, los conflictos fronterizos y el odio étnico. Su frágil situación económica ha sido mayormente expuesta debido a la crisis financiera global del 2008, que puso al desnudo las fallas económicas de la Yugoslavia comunista y el difícil transe en dos décadas de independencia. Un país precario, que basa sus principales ingresos en el turismo y que hoy padece de la contracción del mercado interno europeo que lo hacen prolongar su despegue económico.

Muchos miran el ingreso de Croacia a la UE como la oportunidad de oro para inducir reformas políticas y económicas pendientes. Una alineación de Croacia a todo el acervo comunitario como los tratados, legislaciones y resoluciones tendrán que forzarlos a reformar sus esquemas regulatorios, modernizar sus parámetros legales y actualizar su sistema de justicia, así como enfrentar la corrupción que se desgaja de manera alarmante, encontrando eco reciente con la condena al exprimer ministro Ivo Sanader por apropiación indebida de capitales y sobornos.
Aunque muchos ciudadanos se muestran cabizbajos y apáticos de la entrada de su país a la UE, no olvidemos que Croacia ha recibido ayuda financiera y técnica en su fase de pre-adhesión y más adelante como candidato oficial. Además se tiene previsto que a partir del 1º de julio tendrá acceso a mayor financiamiento comunitario, entre 1.200 y 2,000 millones de euros anuales, según estimaciones europeas para invertir en proyectos de desarrollo e infraestructura relacionados con el sector energético, ferroviario, transporte y medio ambiente, entre otros. Todo este esfuerzo comunitario seguramente le concederá la etiqueta de “país seguro” y listo para recibir cuantiosos recursos de inversión extranjera, justamente cuando sufre de una de las tasas más altas de desempleo juvenil en Europa.

Quizás el ejemplo más cercano y conocido para los croatas sea la experiencia de adhesión de Eslovenia a la UE, un país que formó parte de la antigua Yugoslavia y que ingresó hace nueve años a este esquema de cesión voluntaria de soberanía y en el que destaca su adhesión a la eurozona en 2007. Sin embargo, al mirarse en el espejo de sus vecinos los croatas están conscientes de que las cosas no serán fáciles y que no se podrán capitalizar beneficios en el corto plazo, sobre todo cuando Eslovenia está viviendo momentos de gran tensión ante el temor de ser rescatada por sus socios comunitarios lo que la ha obligado a implantar duros programas de austeridad ocasionando una ola de disturbios y manifestaciones ciudadanas.
Quizás el referéndum de enero del 2012 nos devela el dilema que vive Croacia. La población decidió concederle su visto bueno al ingreso de la UE con más del 60% de los votos, aunque cabe observar que se registró una gran abstención en dicha consulta ciudadana. Mientras que las grandes fuerzas políticas y económicas aplauden la decisión, los jóvenes parecen no tomar la noticia con gran ánimo y entusiasmo y las agrupaciones políticas de tendencia extremista piensan que la pertenencia a la Unión ya no es equivalente de mayor prosperidad.
Por otro lado, Montenegro solicitó formalmente su ingreso a la UE en 2008 y Serbia lo hizo en 2009. Recordemos que hubo varios condicionantes comunitarios impuestos a Belgrado para su posible ingreso a la familia europea, entre ellos la captura y entrega de criminales de guerra como Ratko Mladic y Goran Hadzic, un esfuerzo que se materializó hasta el 2011; lo que les permitió acelerar su carrera hacia la integración europea, sin embargo, varios expertos señalan que su ingreso al club tendrá que esperar hasta el 2020.