Hiroshima y Nagasaki: el inicio de la era nuclear


La premisa de que el “siglo XX no puede entenderse sin Hiroshima” encuentra eco al haberse producido el lanzamiento de la primera bomba atómica contra seres humanos en Hiroshima y tres días después en Nagasaki, Japón por parte de EE.UU; el gran triunfador de la Segunda Guerra Mundial, el acontecimiento global de mayor trascendencia por sus implicaciones políticas, económicas, militares, geográficas y humanitarias que cedieron paso a un nuevo orden internacional.

FUENTE: Fistro.com

Bajo la llegada de la era nuclear; las relaciones de poder, prestigio y seguridad entre los estados ya no serían las mismas. El equilibrio de fuerzas y la igualdad de condiciones se verían afectados radicalmente por la “política atómica” que sería transada como el nuevo instrumento de dominio, hegemonía e influencia en el terreno de las relaciones internacionales. Utilizada con gloria y renombre por parte de las potencias para asegurar su defensa frente a las amenazas externas, obtener posiciones jerárquicamente ventajosas y elevar sus capacidades de negociación ante posibles naciones aliadas y enemigas.

Bombardeos atómicos sobre Nagasaki y Hiroshima. Fuente: recursosacademicos.net

La carrera armamentista que se desató entre EE.UU. y la ex Unión Soviética fue uno de los mayores legados del nuevo orden internacional que se desarrolló al calor de las alianzas militares de la OTAN y el Pacto de Varsovia. La era bipolar que aceleró la marcha de los programas nucleares de las dos superpotencias antagónicas también habilitó de manera simultánea la divisa de la “disuasión nuclear”, que sirvió como un mecanismo bisagra de autorregulación y equilibrio y no de destrucción masiva y automática entre las potencias. No en vano algunos teóricos de las relaciones internacionales han reseñado al mundo bipolar como el periodo más largo de estabilidad en las relaciones entre las grandes potencias del siglo XX.

El mismo Miguel Marin Bosch, el diplomático mexicano experto en temas de desarme (también secretario privado del Canciller Alfonso García Robles) señala en uno de sus múltiples escritos que si bien los expertos calculan que los ocho estados poseedores de armas nucleares -EE.UU, Rusia, Reino Unido, Francia, China, Israel, India y Pakistán- han construido un total de alrededor de 130,000 bombas nucleares desde 1945, hasta ahora sólo dos se han hecho estallar.

LOS ESTADOS NUCLEARES AGREGADOS O DE FACTO

Después de 68 años de los acontecimientos en Hiroshima y Nagasaki el mundo vio proliferar la división entre los estados nuclearizados y no nuclearizados. Una fricción cocinada por los privilegios políticos, militares y estratégicos que se reservaron un puñado de países y que se reflejaron en los principios del Tratado de No Proliferación de la ONU (TNP).  Si bien todos los países pueden utilizar capacidad nuclear con “fines pacíficos” (un derecho resguardado por el mismo tratado) las semillas de la discordia se han sembrado por la existencia de un régimen nuclear asimétrico e inequitativo que sólo permite que los cinco países ganadores de la Segunda Guerra Mundial y otros a título discrecional puedan poseer armas nucleares y programas con objetivos militares.

TNP: Tratado de No Proliferación Nuclear FUENTE: Universidad de Pittsburgh

Con el fin de la guerra fría y la caída del muro de Berlín, el mundo atestiguó una nueva era de proliferación nuclear. Se ponía en evidencia que el TNP resguardaba una formula discriminatoria e insostenible que se venía acompañando de pocos avances en la agenda del desarme global y que las potencias nucleares tradicionales difícilmente podían limitar o restringir las capacidades de otros estados bajo los indicios de una carrera sin fin. Más grave aún, el hecho de que una parte de la tecnología y materiales utilizados por los estados nucleares convencionales estaba siendo desviada hacia terceros países lo que ponía en duda el régimen de no proliferación nuclear.

El acceso a la tecnología nuclear a un número creciente de estados dio lugar a las nuevos países nucleares que han surgido al margen del Consejo de Seguridad de la ONU y de los países ganadores de la Segunda Guerra Mundial. Se añaden a la lista países como India, Pakistán, Corea del Norte e Israel que se sospecha que no limitan sus programas nucleares con fines pacíficos, científicos y energéticos. Una carrera nuclear que se ha expandido por el mundo multipolar y que está anclada a la escasa voluntad política que muestran las potencias nucleares para favorecer un desarme completo y generalizado.

La ONU ha sido pieza clave en el esfuerzo titánico del desarme y del control internacional eficaz. Épocas de optimismo y entusiasmo le han seguido años de oscuridad, estancamiento y escepticismo que ahora están asociados a la crisis del multilateralismo que padece. No obstante, la impaciencia de la comunidad internacional y de otros actores como las organizaciones no gubernamentales, las instituciones humanitarias y la sociedad civil para presionar hacia avances cualitativos en materia de desarme pudiera encontrar en la unión de todos los países no nucleares (que somos la inmensa mayoría) la llave para aislar y acorralar a los países más poderosos.

La poca disposición y voluntad de los estados nucleares convencionales se suma a la renuencia de los países nucleares agregados o de facto para avanzar hacia el régimen de no proliferación. Tan sólo veamos lo que está sucediendo con el Tratado de Prohibición Completa de Ensayos Nucleares (CTBT), el tratado que se abrió a su firma en la ONU en 1996. Este tratado que busca cesar los ensayos nucleares en la atmósfera, el espacio y bajo el agua ha sido firmado por más de 180 países, no obstante la disposición de su entrada en vigor requiere de la firma y ratificación de los 44 Estados que se indican en el anexo 2 del Tratado. Ni EE.UU. y China que tienen capacidad nuclear lo han ratificado, al igual que India, Pakistán y Corea del Norte que ni siquiera lo han firmado.

FUENTE: ihro.org.pk

@RinaMussali

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