La hora del cambio en el mundo árabe parece no llegar a buen puerto. Egipto, Libia, Siria y Túnez siguen enfrentando convulsiones políticas y sociales que no han materializado la anhelada estabilidad. La guerra civil desatada en Siria como consecuencia de la lucha entre el régimen de Bashar Al Assad y los movimientos rebeldes y de oposición colocan ante los ojos del mundo una primavera árabe accidentada, sangrienta, conflictiva y portadora de tragedias humanitarias.
Siria representa un acertijo en muchos sentidos. Una configuración interna basada en los pilares del régimen de Bashar Al Assad que encuentra eco en el liderazgo de la minoría alauita, quien controla los hilos del poder, el mando del ejército y la maquinaria económica al confrontar a la mayoría sunnita que ha estado descobijada de la toma de decisiones. Una segmentación étnica y religiosa que no se puede desvincular del panorama político que se ha recreado bajo una oposición fragmentada y con poca capacidad de interlocución internacional compuesta de diversas fuerzas islamistas, seculares, kurdos, exiliados, mercenarios y hasta jihadistas.

La situación en Siria supera los determinantes políticos, económicos y sociales que se transan en su esfera nacional para inscribirse en una lógica de equilibrios geopolíticos internacionales de la que no puede escapar. Su posición geoestratégica despierta el interés de potencias globales y regionales, mismo que la convierten en un imán de intereses extranjeros que lo hacen sostener el arco que conecta al Norte de África, Medio Oriente y Europa, al mismo tiempo que cristaliza su cercanía al Golfo Pérsico y al Canal de Suez.
En el ajedrez sirio no solamente se apuntan los poderes de EE.UU, Francia, Rusia, China y Reino Unido sino hay actores de gran peso regional como Turquía e Irán. También las monarquías del Golfo Pérsico, entre ellas Catar y Arabia Saudita que se disputan entre una serie de intereses nacionales y regionales divergentes. Tan sólo tomemos como ejemplo la ecuación geopolítica que se detenta en Irán bajo la hegemonía del Ayatola Al Jamenei, quien busca fortalecer el régimen chiita en Iraq, empoderar el dominio de Hezbollah en Líbano, de Hamas en Gaza y por supuesto el régimen alauita de Bashar Al Assad en Siria.
Todavía no llega la tan anhelada paz y tranquilidad en Siria que convoque a una hoja de ruta para la efectiva transición política: frenar la cruenta guerra civil, decantar la redacción de una nueva constitución, desmilitarizar a los diferentes grupos y convocar a elecciones generales. Quizás, antes de ello se tendrá que enfrentar otro penoso y deplorable episodio: la intervención militar de EE.UU y Francia sin el respaldo del Consejo de Seguridad de la ONU, la OTAN y la Liga Árabe.

SIRIA ¿UNA INTERVENCIÓN MILITAR AL MARGEN DE LA ONU?
Desde que se detonaron los acontecimientos tormentosos de la primavera siria, el mundo occidental ha estado calibrando la posibildad de una posible intervención. Planes, declaraciones, rumores y advertencias se han generado conforme el conflicto escala mientras se implementan medidas de acompañamiento oficiales como: sanciones económicas, presión diplomática, pero en el trasfondo financiamiento a las partes involucradas. No obstante, la matanza del 21 de agosto en la zona de Ghouta bajo el empleo de armas químicas colocaron al presidente Obama, galardonado con el Premio Nobel de Paz, ante un callejón sin salida.
La política exterior suave de Barack Obama que está vinculada al retiro de tropas de Iraq y Afganistán y a las finanzas públicas quebradas de Wahington construyeron un muro de cuatela para evitar a toda costa una intervención en Siria que pueda involucrar a la gran potencia. Sin embargo, la famosa “línea roja” de la que hizo referencia sostenidamente el presidente de EE.UU. pareció cruzarse ante el supuesto uso de armas químicas, mismas que obligaron al Pentágono a prepararse ante una posible intervención y arropar la credibiliad del hombre más poderoso del mundo. Sin embargo, los tambores de la guerra encontraron oídos sordos en el parlamento británico ante la incógnita que sigue sin respuesta: ¿Quién echó el gas sarín en Siria el pasado 21 de agosto, el gobierno de Assad o las fuerzas rebeldes, por cierto, éstas últimas financiadas por EE.UU. Francia y Turquía?

Los divisores de la comunidad internacional se palpan en el conflicto en Siria. La escalada militar se antojaba difícil de materializar ante la negativa de Rusia y China, dos países que tienen intereses encajados en Siria y que cuentan con capacidad de veto en el Consejo de Seguridad esquivando la condena del regímen de Assad. La venta de armas rusas, la condonación de parte de la deuda que Moscú sostenía con Damasco, la base naval rusa que se encuentra en Siria nos hablan de la esfera geopolítica rusa y de la política nacionalista de Vladimir Putin y su implacable posición de no plegarse a los intereses de la todavía superpotencia, una ecuación que también es compartida por Xi Jinping en China, quien se muestra muy interesado en contrapesar la influencia decisiva de EE.UU.
En estos últimos meses los desatinos entre Obama y Putin escalan. El episodio “Snowden” que ofreció asilo temporal por parte de Moscú al ex contratista de la Agencia de Seguridad Nacional de EE.UU. le valió de la cancelación de una reunión programada entre ambos presidentes en el marco de la Cumbre del G20 en Rusia. Sin embargo, lo que en el fondo se está transando en Siria es un choque de poderes. En este caso Vladimir Putin el “hombre fuerte” de Rusia juega con astucia las cartas geopolíticas que están respaldadas por un amplio apoyo popular que se dejo ver en las elecciones del 4 de marzo del 2012.
LAS DISYUNTIVAS DEL ATAQUE
Disuadir el empleo de armas químicas en el mundo y sacudir la ecuación siria parecen ser los objetivos que están guiando un posible ataque que ya se cocina en los centros de inteligencia de EE.UU. Una jugada que no tiene como ambición principal la caída de Bashar al Assad pero si forzar a un cambio en la correlación de fuerzas entre el régimen y los opositores que tal vez los obligue a negociar.
Las dudas corroen al establishment político en Washington. Después de un inminente y cantado ataque militar a Siria por parte de EE.UU. la iniciativa quedó congelada el fin de semana pasado, tras la decisión de Barack Obama de consultarla con los congresistas, pero ¿Se esperarán a los resultados de los inspectores de la ONU? ¿Qué dice Carla del Ponte de la comisión de investigación independiente de la ONU para Siria sobre el empleo de armas químicas? ¿Contamos con información alternativa a los tradicionales medios de comunicación occidentales que nos permitan hacernos de un juicio más equilibrado?

Mientras que los forcejeos políticos llegan al congreso de EE.UU. tras el receso de verano, los dilemas del ataque se disputan entre su posible alcance y efectividad. Al parecer un “ataque limitado” es la primera opción que se barajea por parte de los escasos países que apoyan la escalada militar y se piensa que no debe durar más de tres días. Según el diario The New York Times, los ataques pudieran lanzarse con misiles guiados desde el mar y estarían dirigidos a objetivos estratégicos, lo que descarta la inclusión de tropas terrestres en Siria, en contraste con lo que sucedió en las intervenciones de Iraq y Afganistán que, por cierto, han sido muy castigadas por la opinión pública estadounidense y por un presupuesto que hoy no se puede erogar.
Otra disyuntiva del ataque sería la posición tan incómoda que tendrá que soportar EE.UU. y en su caso Francia de tener que luchar del mismo lado que Al Qaeda, esta red terrorista que se presume también lucha en contra del régimen chiita en Siria. Ahora dos acérrimos enemigos bajo el mismo bando tendrán que abonar hacia el debilitamiento del régimen de Bashar al Assad y conquistar posiciones favorables para los grupos opositores y rebeldes.

Los riesgos son muchos. Tentar la región más inestable y peligrosa del mundo puede abrir muchas posibilidades y encender las alarmas del peligro y la violencia en el Medio Oriente ¿Podrá escalar el conflicto o se quedaría ahí estacionado y contenido? ¿Podrá haber represalias de Siria y de sus aliados en contra de objetivos estadounidenses, por ejemplo en Israel?
Excelente artículo. Felicidades
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