El tema del espionaje masivo de carácter trasnacional entró de lleno en la agenda pública mundial en este año. No porque sea un asunto nuevo de las relaciones internacionales, sino por las implicaciones que se detonaron a partir de saber quién fue el “soplón o delator” de los miles de documentos secretos sobre los programas de espionaje del gobierno de EE.UU. Las prácticas del espionaje y contraespionaje no son un quehacer exclusivo de las superpotencias o de los poderes globales, hoy es un asunto común y habitual que se ejercita entre todas las naciones del mundo, incluso entre amigos y aliados. Sin embargo, en este ocasión el emisor fue Edward Snowden, el excontratista de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) de EE.UU; quien se encuentra en calidad de refugiado en Rusia.

Edward Snowden nos reveló el interés desmedido que tiene EE.UU. de controlar la información y su capacidad de interceptar todo tipo de interacción que haga cualquier persona en el mundo que utilice las telecomunicaciones. La recolección y vigilancia de llamadas telefónicas, mensajes de texto, correos electrónicos, conversaciones y actividades en internet parece ser otra arista de la guerra por mantener la supremacía del hegemón mediante el control totalitario de la información. Justamente el monopolio de la información es otro modo clave del poder global y representa una ventaja competitiva para los países a la hora de tomar decisiones, pues es a través de ésta, que los poderes se arrogan el derecho de amenazar, manipular, intimidar y chantajear a millones de personas y de vulnerar la soberanía e independencia de los países.
Fue en nombre del terrorismo y de la seguridad que se le ha dado carta abierta a los servicios de inteligencia para vigilar a los ciudadanos de todo el planeta, una situación que se remonta a los ataques terroristas en contra de EE.UU. y cuando se aprobó la Ley Patriota que ampliaba los recursos del Estado para pelear en contra del terrorismo. No obstante y pese al escándalo global, EE.UU. seguirá utilizando estas herramientas porque las considera ineludibles, legales y eficaces para su seguridad nacional y para la tarea de protección de sus ciudadanos. Sin embargo, no toda la información que se recolecta está justificada por motivos de seguridad ¿Habría que imponerle un coto al espionaje masivo que se practica desde EE.UU?
Barack Obama, ha asegurado a la canciller alemana Angela Merkel que su país no está espiando las llamadas de su teléfono móvil y que “nunca ha tenido ni tendrá” esa intención.
Uno de los mensajes más claros que deja el caso Snowden es que bajo la era de la explosión de las tecnologías, EE.UU. practica la vigilancia de manera masiva. La potencialización y socialización de la vigilancia o bien como algunos autores la llaman la “democratización” de ésta y del nicho de negocios que representa su comercialización ha hecho que todos seamos vulnerables. Hoy todos podemos ser interceptados por la inteligencia militar, aunque los figuras del poder son presas de mayor atracción. En esta plataforma, hay que decir que participan muchos: países grandes, medianos y chicos tanto en su condición de países industrializados, emergentes o bien países menos adelantados y los ciudadanos en su mayoría como víctimas.
Otra de las cuestiones que ha traído a colación el espionaje masivo de EE.UU. es el tema de la colaboración entre agencias de inteligencia y servicios secretos. Entre amigos y aliados se espían y las tareas de contrainteligencia y contraespionaje se practican de manera tradicional. ¿Por qué? Porque en el juego de las relaciones internacionales no hay amistades sólo intereses que se hacen valer.
EE.UU. ¿AGUAS TURBULENTAS EN SU DIPLOMACIA?
¿Realmente tendrá un impacto en las relaciones de poder haber hecho públicas las estrategias de espionaje masivo realizadas por el gobierno de EE.UU.? Quizás, los efectos colaterales ya los estamos viendo con el deterioro de la imagen de EE.UU., un sentimiento antiestadounidense que crece en Europa y un cuestionamiento generalizado sobre la labor de las embajadas y misiones diplomáticas alrededor del orbe. Si bien el discurso público también está impactado y se han elevado de tono las declaraciones entre jefes de estado y gobierno, en realidad estos actos distan de tener mayores consecuencias.
Hemos dejado claro que Estados Unidos recoge información de inteligencia en el extranjero del mismo tipo de la que recogen todos los países: EU
En esta ocasión las filtraciones de Edward Snowden no han cambiado los patrones de cooperación trasatlánticas entre EE.UU. y Europa. Más allá de los enojos, reclamos y solicitud de explicaciones a Washington no se han tomado medidas más severas o represalias concretas en contra de la todavía primera potencia mundial, porque de hecho todos los países del mundo practican una agenda de espionaje y la misma Europa tiene miedo de próximas revelaciones.

Ilustremos con el ejemplo de la Cumbre de la Unión Europea que tuvo lugar a finales de octubre en Bruselas. Los 28 países apoyaron una tímida declaración de protesta pese a que se activaron algunos grupos de trabajo para revisar las cooperación entre los servicios secretos con EE.UU., y se haya desatado un debate en la Eurocámara frente a una posible cancelación del acuerdo de transferencia de datos bancarios con Washington en la lucha antiterrorista. Así como examinar otro acuerdo llamado Safe Horbour, que regula la forma en como las empresas estadounidenses acceden a datos de los europeos.
No obstante las denuncias, la segunda ronda de negociaciones del Acuerdo Trasatlántico de Comercio e Inversión (TTIP) en Bruselas no fue cancelada, justamente el tratado de mayor importancia birregional, cuyo potencial alcanzaría la zona de libre comercio más grande del mundo con un aumento del PIB tanto de EE.UU. como de Europa. Es importante comentar que las negociaciones se pospusieron no como moneda de cambio a las tareas de espionaje sino debido al cierre del gobierno estadounidense mismo que ya se han celebrado y que tienen fecha de continuidad en Washington el próximo diciembre. Bajo este tenor, la vigilancia hacia España, Francia y las escuchas al celular de la canciller Angela Merkel, así como a millones de ciudadanos europeos no han todavía trastocado las bases de colaboración entre ambos aliados.

Espiada Dilma Rousseff, entre otros líderes internacionales, la mandataria suspendió una visita de estado que iba a realizar a Washington en octubre pasado. Calificada como una “violación” a la soberanía de su país y una “falta de respeto”, la mandataria sudamericana encabeza una iniciativa para que la ONU adopte una resolución para darle fin al espionaje electrónico y propone la realización de un foro mundial en abril del 2014 en aras de proteger el derecho de la privacidad de los individuos. Ahora los decisores en Brasil están haciendo todo lo posible para alojar datos de sus ciudadanos con proveedores locales y disminuir la dependencia de los consorcios de Silicon Valley.
SEGURIDAD VERSUS LIBERTAD: TODOS SOMOS VULNERABLES
Las filtraciones de Edward Snowden han sacado a colación varios debates sobre los que debemos de reflexionar. Por una lado, el tema de la función social de los “soplones o filtradores” en aras de desvelar información secreta de interés público. Aquí hay un disyuntiva que atajar: el revelar información para beneficio colectivo pero a su vez faltando a la ley porque difundir información confidencial y clasificada como secreta es ilegal. Este es un asunto abordado por varios activistas dedicados a la defensa y promoción de la libertad de expresión como la organización Article 19 que tiene oficinas en México y otros lados del mundo.

A lo largo de la historia se han cometido muchas violaciones a los derechos humanos y otras libertades fundamentales en nombre del propósito supremo de preservar y resguardar la seguridad nacional. Internet ha generado cambios en las formas de cómo la sociedad interactúa con el Estado, sobre todo porque la red de redes o la autopista de la información ha descentralizado el poder y ha democratizado la información que de manera simultánea el Estado busca monopolizar y controlar. Así como utilizarla de acuerdo al acomodo de sus intereses, pero ¿cómo proteger la seguridad nacional sin violar los derechos y las libertades fundamentales? ¿cómo resolvemos el tema de la transparencia y la rendición de cuentas de los Estados?
El tema de la privacidad y la seguridad de datos no está resuelto en el mundo de las telecomunicaciones. ¿Acaso no somos vulnerables todos los ciudadanos cuando impera la complicidad de grandes empresas y conglomerados de la información con el gobierno de EE.UU. para vigilar masivamente nuestras comunicaciones? La Agencia de Seguridad Nacional en EE.UU. ha tenido acceso directo a servidores de compañías como Google, Yahoo, Facebook, Apple, Microsoft, etc, desde los que han obtenido millones de datos y registros de sus usuarios.

El revuelo causado por Snowden también le impone una serie de preguntas a los mexicanos ¿cómo estamos reaccionando ante el tema del espionaje masivo y las acciones de inteligencia desproporcionadas desde Washington? ¿nos debemos de resignar a ser vigilados y espiados o por el contrario debemos de apuntalar el derecho a la protección de datos personales? La misma Sigrid Arzt, Comisionada del IFAI pone el dedo sobre el renglón al señalar que el tema no es de interés público y que nos falta mucho por generar una cultura de protección de datos en el país, toda una paradoja cuando alrededor de 45 millones de mexicanos tienen acceso a internet.